Por el Rev. José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
8 de mayo de 2008
Desde hace varios días la Iglesia Universal se prepara para celebrar “el cumpleaños de la Iglesia”, la fiesta de Pentecostés.
En la Diócesis de Arlington hay muchos preparativos para esta gran celebración: vigilias, horas santas, días de reflexión, rosarios y la misa de sanación, en que todos los grupos parroquiales se unirán en una misa solemne el día sábado 10 de mayo en la parroquia de San Antonio en Falls Church.
El Espíritu Santo ayuda a la iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia da gracias a los fieles para unirse más a Dios y a los demás. La gracia y la vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más grata a Dios; la hace crecer con el poder del evangelio, la renueva con sus dones y la lleva a la unión perfecta con Jesús.
El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los sacramentos. Orienta toda la palabra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos, enseñar a los niños, preparación de la juventud, consolar a los afligidos, y socorrer a los necesitados.
Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por él en nuestras vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo:”¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Cor. 3, 16)
“Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñara todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Jn. 14, 25-26)
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.” (Hech. 2, 1-4) Si tienes fuego en el corazón, alejas las dudas, vences los temores y superas las crisis. En las sagradas escrituras “fuego en el corazón” es el mismo Espíritu Santo.
En Pentecostés el Espíritu los transformó, como ha transformado siempre a los que se dejan guiar por él (Hechos 2). Es el mismo Espíritu que llenó a los profetas, tal como lo narra Isaías en su libro (cap. 61). Ojalá lo llames y te dejes poseer por él. Entonces, con fuego en el corazón serás un ser espiritual. Entonces, guiado por el Espíritu, tendrás una vida nueva. (Efesios 4 y 5)
Conscientes de que el Espíritu Santo está siempre con nosotros, mientras vivamos estando de gracia sanctificante, debemos pedirle con frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y salvar nuestra alma. ¡Felices fiestas de Pentecostés!
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