Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
29 de mayo de 2008
El pasado fin de semana la mayoría de las Iglesias de nuestra Diócesis de Arlington han celebrado con gran solemnidad la fiesta de Corpus Christi. Esta gran fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Nos ha llamado mucho la atención como se celebra esta fiesta en algunas Iglesias del área como por ejemplo en la Iglesia de Blessed Sacrament o el Santísimo Sacramento, que estuvieron por espacio de 40 horas de adoración del Santísimo y después de la misa en español del domingo, todos los parroquianos de diferentes nacionalidades se unieron en una gran procesión que recorrió los alrededores de la Iglesia.
Igualmente se destacaron las procesiones de la Catedral de Santo Tomás Moro, San Antonio de Padua, La Sagrada Familia y San Felipe en Falls Church entre otros. Esta es una tradición muy importante que debe seguir creciendo y uniendo a nuestras comunidades en un solo cuerpo, el cuerpo de la Iglesia. No podemos olvidar que Jesús libremente se hace el cordero de Dios para quitar el pecado del mundo.
Los antiguos sacrificios eran solo una figura del sacrificio definitivo de la nueva alianza sellada con la sangre de Cristo derramada en la Cruz. Durante la última cena, anticipando ya su muerte, Jesús ofrece su cuerpo y su sangre bajo la apariencia de pan y vino. Cada vez que celebramos la Santa Misa participamos del mismo sacrificio y recibimos su cuerpo y su sangre. Jesús es la verdadera víctima pascual que hace posible la unión entre Dios y los hombres. Proclamamos “Este es el Sacramento de nuestra fe” porque solo por la fe conocemos esta verdad.
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