Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
7 de enero de 2010
Tuve la oportunidad hace varios años de visitar la ciudad de México para el tiempo de Reyes y quedé muy impresionado como esta celebración se da por todo lo alto y con mucha pompa. Muchos parques y grandes avenidas en el Distrito Federal en México han tomado muy en serio esta celebración, pues además de recordar religiosamente esta fiesta es la oportunidad de recibir más regalos de parte, no solo de la familia sino de los conocidos padrinos y madrinas.
En realidad me tomó mucho tiempo para acercarme a tomarme una foto y pedirle un deseo a los tres Reyes Magos, pues la espera y las colas largas de gente eran interminables, pero valió la pena esperar. Pues tuve la sensación de vivir de nuevo este acontecimiento de la historia de la salvación. La fiesta de los Reyes Magos la encontramos claramente en San Mateo 2, 1-11: “después de haber nacido Jesús en Belén de Judea, en el Tiempo del Rey Herodes, unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde esta el que ha nacido, el Rey de los Judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo. Los Reyes magos se marcharon y la estrella que habían visto en el oriente, iba delante de ellos hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella sintieron una gran alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Se hincaron y lo adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.
Todos los años recordamos con alegría a aquellos Reyes Magos que se convirtieron en testigos de la fe y reconocieron en el niño Jesús el verdadero hijo de Dios. Estos Reyes Magos representan a todos los hombres del continente de la tierra que creen en el Mesías. Los hombres de hoy en día nos identificamos con ellos porque buscamos sin cansarnos la verdadera luz para que ilumine nuestras vidas, la familia y el mundo confundido por nuevas ideologías.
Los Reyes Magos se convirtieron en el apoyo de los inmigrantes de hoy en día, pues desde la lejanía vinieron a traernos también una nueva noticia de que Jesús en realidad era el Salvador y el Mesías esperando por todos. Los Reyes magos tuvieron fe en Dios, creyeron aunque no veían, aunque no entendían, no llegaron con las manos vacías, le llevaron oro: que se les da a los reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios, como Rey del mundo, para traer la justicia y la paz a todos los pueblos; incienso; que se le da a Dios, ya que Jesús es el hijo de Dios hecho hombre; mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que adoraron a Jesús como hombre entre los hombres. En nuestro diario vivir debemos buscar a Dios sin cansarnos y ofrecerle con alegría todo lo que tenemos. En este tiempo de crisis económica, de calentamiento global de indiferencia social debemos ser estrella que conduzca a los demás hacia Dios.
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