jueves, febrero 16, 2012

Estás invitado a disfrutar un café con Cristo

Por el Rev. José Eugenio Hoyos



Te imaginas la inmensa alegría de recibir una invitación personal por correo para tomarte un café con el propio Jesús. Pues esto se podría lograr si desarrollaras una relación más cercana con Él. Es por eso que en cada Eucaristía en la que tú participas con tu familia, aunque la invitación no venga por el correo, eres siempre recibido con alegría y con los brazos abiertos por el mismo Cristo.

Comparemos: el dinero es como la taza, y el café es la vida. La vida es la principal, el dinero es secundario. En lo principal que es la vida (El café), está el contenido de la felicidad y ese contenido es Cristo en persona; lo secundario que es el dinero (la taza), encuentras solo un canal que conduce a lo principal que es la vida.

“Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en brazos, al pasar por una cueva escuchó una voz que le decía: entra y toma lo que desees, pero no te olvides de lo principal, después de que salgas, la puerta se cerrará para siempre. La mujer entró, fascinada por el oro y las joyas que encontró, dejo al niño en el suelo y juntó lo que pudo en su delantal. La voz habló de nuevo”: tienes ocho minutos. “La mujer cargada de oro y piedras preciosas, salió de la cueva, la puerta se cerró y el niño quedó dentro. La riqueza duró poco y la desesperación siempre”.

Por lo tanto cuando estés disfrutando esa taza de café con Jesús, entrégate a Él, pónle mucha atención, no te desenfoques, ni te descuides cuando te esté dando las indicaciones de como abrir la puerta que te llevará al cielo. Sigue con mucha atención todas las direcciones y enseñanzas que te mostrara el Maestro. No te dejes vislumbrar por los tesoros que veras y descuides u olvides la llave a la vida eterna.
A ese café invitado por Cristo no le eches mucha azúcar pues bastará la dulzura que te prestara Jesús. No dejes que la taza y el sabor te guíe, no le quites la mirada a Cristo, no descuides lo principal que es Jesús. San Lucas en el capítulo 7: 36-50 nos dice: “Le invitó un fariseo a comer con Él, y entrando en su casa, se puso a la mesa. Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento se puso detrás de Él junto a sus pies, llorando y comenzó a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos de su cabeza y besaba sus pies y los ungía con ungüento”. Ahora piensa todo lo que tu harías, le preguntarías y le dirías a Jesús tomándote un café con Él.

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