Rev. José Eugenio Hoyos
Nuevas Raíces
13 de agosto de 2007
Recientemente y con gran sorpresa, el condado de Culpeper en el norte de Virginia, ha declarado el inglés como la lengua oficial. Nos extrañó a todos ya que entendemos que eso no es una novedad; el inglés es el idioma nacional y nunca los inmigrantes hemos estado en contra de ello.
Por lo contrario, desde hace mucho tiempo hemos impulsado programas en la comunidad hispanoamericana para que nuestra gente aprenda no solo el inglés sino también sobre la historia de los Estados Unidos, la cultura y la obediencia a las leyes, etc. Lo que nos tiene preocupados es cual será la próxima prohibición pues el mensaje ya está claro: condado tras condado están firmando leyes y ordenanzas que atacan directamente a la comunidad más vulnerable y numerosa como es la latina. La comunidad empieza a expresar su miedo, su temor a los agentes de policía, a quienes en vez de verlos como protectores de la seguridad, en algunos casos se piensa que son opresores y perseguidores de las personas con apariencia latina.
Pocos programas de bienestar social, de salud, o educación para los más pobres se están dando; la caridad y la solidaridad desaparecieron del gobierno de Virginia. ¡Qué horror! Nos queda solamente nuestra ayuda personal o comunitaria. Lo que sí tenemos que aprender de todo lo que está ocurriendo es que tenemos que defender cueste lo que cueste lo poco que nos queda de nuestra dignidad y nuestro idioma español o castellano. Aprendamos inglés, claro que sí, pero continuemos nuestras campañas de priorizar el español a nivel del hogar, de la comunidad, en nuestras iglesias. No dejemos que mutilen el idioma más bello, más dulce y más romántico del universo: el idioma del amor. También nosotros pongamos nuestros propias leyes en los hogares, que cada casa sea territorio hispano, hablemos la lengua, escuchemos música en nuestro idioma, y cuando abramos las puertas del hogar busquemos que los hijos hablen el idioma oficial. Que nuestra resistencia y nuestra lucha sea para defender nuestra raza, nuestra herencia, nuestro idioma y que nos rindamos a dejar lo más bello que hemos heredado, nadie nos puede poner una venda en nuestras bocas para comunicarnos con nuestra lengua de origen. Ya otras cosas nos han quitando pero no nuestra identidad y dignidad.
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