miércoles, agosto 08, 2007

Y nada de que nos entreguen los cuerpos

Rev. José Eugenio Hoyos
Nuevas Raíces
6 de agosto de 2007

Con dolor y tristeza muchas familias continuamos esperando a que las FARC nos entreguen los restos mortales de nuestros familiares asesinados hace casi dos meses en las montañas de Colombia. La tragedia que hemos vivido ha sido dura, muy difícil. Primero fue el secuestro de los doce diputados del Valle del Cauca hace 5 años, lo cual ha supuesto una larga espera donde por ejemplo en nuestro caso familiar, mi anciano padre de 87 años cada día en nuestro hogar sentía que cuando tocaban la puerta de nuestra casa, era mi hermano Jairo que regresaba libre, sano y cargado de muchas historias que contar. Pero desafortunadamente todos nuestros sueños y esperanzas quedaron enterrados cuando supimos de la infame y trágica noticia de que once de los doce diputados fueron vilmente asesinados. Pero la oración, nuestra fe, las voces y llamadas de consuelo de tantas personas que estuvieron pendientes de nuestros familiares nos llenó de fortaleza y de esperanza.


No obstante, humanamente este calvario no ha terminado, pues hasta que las FARC no nos entreguen los cadáveres para darles cristiana sepultura, nuestro dolor seguirá dilatándose y prolongándose. Es increíble que existan seres desalmados que hasta con la muerte puedan negociar para sacar adelante sus propósitos delictivos y terroristas.

Los colombianos de buena voluntad apoyamos a todos los que trabajan por la paz, la justicia, y la libertad. Todas las marchas, los foros, las conferencias e igualmente la caminata que está realizando el profesor Moncayo, de más de 800 kilómetros en Colombia pidiendo la liberación de su hijo secuestrado hace varios años, como también exigiendo el acuerdo humanitario, tienen validez.

Lo mismo que los artistas, quienes con sus expresiones de arte están transmitiendo solidaridad, y educando a las nuevas generaciones a ser defensores de la vida y protagonistas de la paz. Honestamente considero que el Acuerdo Humanitario es importante pero sin condiciones, sin despeje militar. Pero antes que esto suceda pedimos que nos devuelvan a nuestros familiares para darles una santa sepultura y llevarles al cementerio una flor blanca. Que la sangre de estos mártires nos impulse a seguir trabajando por la paz, la liberación de los secuestrados en el mundo, y por la igualdad entre los hombres, que enseñemos a los niños y a los jóvenes a vivir en hermandad, y rechacemos las diferencias en pro de construír un mundo más justo y más amable.

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