Tomás Guevara
El Diario de Hoy
Domingo, 5 de Agosto de 2007
Alrededor de un millar de salvadoreños se congregó en la Iglesia de Saint Anthony, en Falls Church, Virginia, para celebrar.
Con una celebración litúrgica en la que predominaron las plegarias de peticiones por los inmigrantes desprotegidos, la paz y el cese de la violencia en sus diferentes manifestaciones, fue el centro del mensaje para celebrar la fiesta del Divino Salvador del Mundo, en el Área Metropolitana de Washington.
A la celebración acudió alrededor de un millar de compatriotas que se congregaron en la Iglesia de Saint Anthony, en Falls Church, Virginia, portando banderas y la imagen del patrono de los salvadoreños que hizo un pequeño recorrido por las afueras del templo.
La homilía fue oficiada por el reverendo Eugenio Hoyos, líder espiritual de la comunidad latinoamericana en el área, quien pidió que el Salvador del Mundo ampare a los inmigrantes afligidos por la persecución, redadas, deportaciones y leyes antiinmigrantes que van en un escandaloso aumento en todo el territorio estadounidense.
Pero también, el reverendo amplió sus peticiones para orar por el cese de la violencia juvenil ligada a las pandillas y la paz en otras latitudes del continente, incluida su natal Colombia, acosada por un agudo conflicto interno.
A un lado la pachanga
La cónsul general de Washington, Margarita Chávez, principal de la organización para esta celebración aseguró que este es momento propicio para concentrar esfuerzos en las reflexiones espirituales y la convivencia y fortalecimiento de la familia, que tanta falta hace entre la comunidad.
"Yo creo que si bien es importante hacer fiestas y dar alegría, pero en esta ocasión hemos dejado la pachanga y ha sido confortable el mensaje que hace reflexionar sobre las necesidades que nos apremian", manifestó la funcionaria.
José Antonio Álvarez, de 20 años, originario de El Carmen, La Unión, aseguró que este tipo de celebraciones ayudan a mantenerse conectado con las costumbres del país, las que ve distantes en sus dos años de estancia como indocumentado en Estados Unidos.
Al oficio religioso le siguió un convivió donde hubo demostraciones de juego de capirucho, trompo, yoyo, y sin faltar la degustación de pupusas y comida típica salvadoreña.
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