Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
16 de noviembre de 2007
De nuevo, como cada año, con alegría y en realidad con gran entusiasmo, la mayoría de las familias hispanas se preparan para celebrar el ya famoso Día de Acción de Gracias. Aunque en muchos de nuestras países no celebramos estas festividades como se realizan aquí en tierra estadounidense, los latinos nos unimos a este gran país también para dar gracias a Dios por todo lo que recibimos, hacemos y las oportunidades que se nos brinda en esta gran nación.
En realidad, personalmente hay mucho por agradecer y si hiciéramos una lista desde nuestro nacimiento no terminaríamos de dar gracias. El agradecer es un noble gesto que deberíamos practicar todos los días. Vivimos demasiado ocupados, estresados, tratando de salir adelante, pero no sacamos tiempo por lo menos para dar gracias a Dios por la vida. Porque, honestamente, estar vivos hoy en día es un milagro de Dios.
Hay que dar gracias por la familia, los hijos, los amigos, el trabajo, la educación, el auto, los trabajadores, las iglesias, las escuelas, los medios de comunicación, por la naturaleza, los cambios climáticos, por el sol, la luna y las estrellas. Cada estación del año nos demuestra que Dios está en actividad, que todo lo que pone en frente de nuestros ojos es para que disfrutemos, gocemos, compartamos con mucho amor.
Hay tantas personas que hoy, en este país de tanta abundancia, se sentarán a la mesa con una cena humilde y otros que en muchos de nuestros países le darán gracias a Dios conn tanta alegría porque tendrán la oportunidad de bendecir una pequeña tortilla o un pedazo de pan.
¡Cuántos niños y ancianos en este día morirán de hambre por nuestra indiferencia y nuestra falta de caridad! Que en el Día de Acción de Gracias pensemos que ya se acercan las Navidades y que a nuestro alrededor hay muchas oportunidades para realizar un gran labor con los más necesitados.
Finalmente quiero compartir esta reflexión del místico alemán Johannes Tauler: "Cierto hombre iba por la calle completamente solo y, mientras andaba, decia en voz alta: Que destino tan oscuro el mío. Es imposible encontrar alguién más pobre que yo. No tengo casa para vivir y tengo que mendigar la comida. Tenía un sombrero y el viento se lo llevó, una capa y alguién me la robó, un bastón y tuve que hacer fuego con él para espantar el frío. Y para colmo de mis males hoy, al cruzar el río, éste arrastró la bolsa en la que tenía un pedazo de pan, fruta y agua. ¿ Hay alguién más pobre que yo? Yo hermano, le contestó una voz. Se volvió y vio a Jesús con traje de peregrino que le decía: "Tú, si lo deseas, aún puedes recoger el agua con tus manos. Yo ni eso puedo porque tengo mis manos traspasadas."
¡Feliz Día de Acción de Gracias!
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