Por el Rev. José E. Hoyos
Ha causado mucha sorpresa en diferentes partes del mundo la elección del Presidente de la hermana republica del Paraguay; el ex-obispo católico Fernando Lugo. El pueblo hermano del Paraguay espera en esta ocasión, de que sus oraciones y plegarias sean escuchadas y cumplidas pues por muchos años el pueblo Paraguayo esta pasando por momentos difíciles. Lógico que para los creyentes esta es una noticia controversial, pues los sacerdotes, los religiosos, los obispos no nos debemos meter ni participar en la política. El mismo Jesús ha dicho en las sagradas escrituras que este no es su reino; “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”
No desconocemos que el ex-obispo Lugo está suspendido de sus facultades eclesiásticas por este hecho, que además ha tomado la decisión de incursionar en la política por que cuando era obispo estuvo trabajando en una de las diócesis mas pobres de Paraguay y que en su corazón han quedado grabado los lamentos y sufrimientos de un pueblo que ha vivido en la miseria, sin esperanza, donde la explotación y la corrupción han sido el cáncer de dicha población. Como representante de la Iglesia habría podido llevar alivio a los desplazados de una sociedad injusta, habría podido clamar por justicia, igualdad, respeto a la dignidad y los derechos primarios de seres humanos puestos a su cuidado y protección. Igual que como han hecho otros mártires de la Iglesia, que al igual que Jesús caminaba en medio del pueblo de Dios, que se mostraba como tal frente a los samaritanos, despreciados, humillados, marginados, encadenados, en pocas palabras excluidos por la sociedad del reino de Dios. Es posible y acepto equivocarme que el ex-obispo Fernando Lugo esta queriendo hacer más desde ser el protagonista del gobierno, poder cambiar cristianamente todas las estructuras monopolizadas del poder que no dejan avanzar a un pueblo noble y bueno como el Paraguayo.
El ex-obispo Lugo todavía lleva las huellas marcadas de las lágrimas de las viudas y ancianos pobres, las imágenes desgarradoras de los niños desnutridos en barrios pobres, cantones, hospitales, cárceles, vendedores ambulantes, las caras sin esperanza de los enfermos del SIDA y la fatal corrupción destrozando con garras imparables a toda una nación. Es posible que para este nuevo Presidente el despojo de sus investiduras sacerdotales han quedado dentro de le, pero sus sandalias le ayudaran a caminar por muchos trópicos y grandes problemas que se le presentaran para llevar alivio y un pan a los hambrientos. Que nuestra madre la Virgen de Caacupe, patrona de Paraguay, le ayude y le de fuerzas de continuar adelante con esta nueva misión. Al final la historia nos dirá el porqué de un gran Obispo al próximo Presidente de Paraguay. ¡SUERTE!
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