Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Cada día los niños y los jóvenes nos sorprenden con sus preguntas, sus inquietudes y sobre todo con sus observaciones. Mi abuelita siempre decía hay que ponerle mucha atención a los niños y a los borrachos, porque de ellos salen muchas verdades y se descubren muchos secretos.
En una ocasión una profesora le pide a un niño que le diga lo que el quiere ser en su vida, y el niño le respondió: “Quiero ser un televisor”. A lo que la profesora sorprendida le dice: “Pero Carlitos, ¿y de donde sacas esto?” “Sí, profesora, quiero ser un televisor, porque así mis padres me podrán ver y atender mas fácilmente de igual forma pasaran largas horas conmigo sin aburrirse”.
La gran pobreza del que solo tienen dinero y ansias de cosas, es que es rodeado de joyas artificiales. Termina muriendo con su mente encadenada y sin haber saciado su ambición, y sin haber descubierto las joyas valiosas de la naturaleza, de la oración, del compartir, del convivir, del dialogo, de la solidaridad, del vivir y compartir en familia, del vivir en Dios. Para acercarse al otro es necesario y conveniente despejar juicios y prejuicios, y sobre todo colocar en medio el respeto y la dignidad antes que rebajar a los demás.
El humanista español Luis Martín Descalzo, quien realizó un viaje a la India con motivo de una visita del Papa Pablo VI, y el mismo nos confiesa: “Yo había ido creyéndome un rico que visita a los pobres y me encontré, si, un pueblo de infinita miseria económica, pero de tremenda riqueza interior. Descubrí que sus cosas eran pobres, pero sus almas anchas; sus mesas mal abastecidas, pero su generosidad interminable. Había ido creyéndome propietario de la verdad y ellos me enseñaron la tolerancia. Pensé que iba a comparecer y regrese asustado de mis vacíos. Me creía culto; me descubrí egoísta.”
Hoy los hijos necesitan que sus padres le dediquen tiempo para su formación e instrucción, pero a su vez necesitan ver la paciencia de sus padres, su comprensión de las distintas etapas por las que atraviesan para así exigirles a partir de dichas etapas. No esperemos que los hijos se conviertan en televisores o computadores para prestarles atención.
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