jueves, septiembre 24, 2009

Negar a Dios es negarse a si mismo

Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
24 de septiembre de 2009

Para la gran desilusión de los que suelen llamarse “ateos” la humanidad hoy está en una gran búsqueda de Dios, de encontrar respuestas en la religión y gracias al Todopoderoso de acercarse y regresar de nuevo a la Iglesia Católica. Con los sacudones que recientemente la Iglesia sobrevivió, el ser humano comprendió que la fe Católica en realidad va dirigida por el Espíritu Santo y que en ella se siente la presencia de un Cristo Vivo. Dios es una realidad necesaria para quien lo crea y para quien no lo quiera creer. El filósofo todavía en vida hacía esta afirmación: “Dios ha muerto”, firma Nietzshe; y al morir le colocaron este epitafio: “Nietzche ha muerto”, firma Dios.

Porque negar a Dios sería negarse a si mismo, sería materializar aquello que es imposible limitar y cosificar: el espíritu. “San Agustín habla del desasosiego del corazón humano, que no puede hallar paz mientras no descanse en Dios. Sin Dios, para quien hemos sido creados, somos como peces fuera del agua. Si no experimentamos la agonía que padece el pez, es únicamente porque matamos el dolor con infinidad de deseos y placeres, y hasta problemas, que permitimos que ocupen nuestra mente, y suprimimos el deseo de Dios.

En este empeño de ocupar el lugar de Dios, de pretender, demostrar su inexistencia, el ser humano ha intentado fabricarlo, lo cual a su vez es una contradicción, pues si Dios no existe no hay tampoco necesidad de sustituirlo, y mucho menos de fabricarlo. La actitud que está de fondo en esta huída absurda de rechazo a Dios, es lo que el Papa Benedicto XVI ha catalogado como el “relativismo moral”, que no es más que esa tendencia melada ganaria de disfrutar la vida sin ninguna meta, sin ninguna referencia moral, sin un compromiso social, sin autocontrol y sin controles externos y en esa carrera dislocada de suplantar a Dios, fabricándolo u ocupando su lugar el ser humano busca probando todo sin encontrarle sabor a nada, busca llenar los vacíos de una vida sin Dios y se choca con la aparición de otros vacíos mayores.

El espejo de Dios es cada rostro humano y la naturaleza con la inmensidad de su contenido, y de manera especial tú mismo. ¿Por qué siendo pasajero pretendes declararte eterno? ¿Por qué siendo criatura pretendes fabricar a tu creador? Dios se acerca a los discípulos de Emaus que iban desencantados por la muerte de su líder Jesús (Lc 24, 13-35). Porque Él te acompaña durante todo el camino de tu vida.

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