Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
8 de octubre de 2009
Hay una historia sencilla que siempre repito a todas las personas de fe débil o que son muy negativas con Dios. Una vez un discípulo le preguntó a su sabio maestro: “¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generosos con otros?” El maestro le contó la siguiente historia: “Vamos hasta la montaña en la que vive Dios", comentó un caballero a su amigo. "Quiero demostrar que Él sólo sabe exigir, y que no hace nada para aliviar nuestras cargas.”
“Voy para demostrar mi fe”, dijo el otro. Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la oscuridad: “¡Carguen sus caballos con las piedras del suelo!” “¿Ves?”, dijo el primer caballero. “Después de subir tanto y estar muy cansados, aún nos hace cargar con más peso. ¡Jamás obedeceré!” En cambio, el segundo caballero hizo lo que la voz decía.
Cuando terminaron de bajar el monte, llegó la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran grandes diamantes puros de kilates incalculables. Dijo entonces el maestro: “Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor”.
Como decimos comúnamente, las adversidades tienen cara de hereje. A los seres humanos nos agrada el ocio, la abundancia, la ganancia, el mínimo esfuerzo, el bienestar. En cambio, nos desagrada el trabajo arduo, las cargas físicas, el sacrificio, el madrugar, el soportar, etc. Sin embargo, no conocemos otro camino para la real dedicación y la entrega. Dios nos da todo, pero nuestro esfuerzo no deja de ser necesario.
Cuando sentimos que Dios nos carga en vez de aliviarnos, hemos de evitar las rendijas de la desesperación y de las quejas. Casi siempre no entendemos en el momento, mas si no perdemos la esperanza, podemos llegar a constatar que las decisiones de Dios siempre caminan a favor de quienes confían en Él. La diferencia está en la fe en Cristo, pues para el hombre de fe ninguna piedra es pesada, y mucho menos si el Señor es quien pide cargarla.
2 comentarios:
muchas gracias por este artículo, Padre, acabo de leerlo y a través conocer algo de su obra en este su blog, me ha dado mucho gusto sus opiniones, saludos desde Perú
taylor605@latinmail.com
Es este cuento me recuerda algo la historia siguiente:
Un hombre siempre se quejaba orando a Dios de que su carga en la vida era demasiado pesada. Le pedía a Jesús que le aliviara el peso de su cruz personal y le concediera una carga mas pequeña.
Una noche en sueños, Jesús le respondio y le dijo: Sigueme.
Lo llevó al hombre a un gran salón celestial donde descansaban los simbolos de todas las cruces que la humanidad portaba en la vida.
Jesús le dijo: Ves y escoge la cruz que deseas portar, al despertar, asi será tu carga en la vida.
El hombre andubo y andubo por todas partes, mirando todas las cruces que se le aparecian, algunas del tamaño de un árbol, otras del tamaño de una casa, un rascacielos, etc. Todas le parecian demasiado grandes y pesadas, ya casi al final cuando estaba ya desalentado, vió tumbada en una esquina, una cruzecita muy pequeña, la cual le cabía en la palma de la mano.
Miró a Jesús y le dijo: ¡Esta quiero!
Jesús le sonrio y le dijo: Esta bien hijo mio, tomala, pero…esta es la misma que cargabas antes de que vinieras aqui…
Que afortunados somos los que podemos leer esto sentados en nuestra silla y jugando con el ordenador. Hay tantos y tantos que ni un pedazo de papel tienen, ni un techo sobre sus cabezas…¡y a veces nos quejamos!
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