por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
18 de febrero de 2010
Cada persona en el mundo es una cajita de sorpresas nunca nos hubiésemos imaginado todo lo que hay adentro de cada ser humano: sus alegrías, sus penas, sus proyectos, sus sueños etc. Solo Dios sabe lo que hay a dentro del corazón de los hombres. Es por eso que una multitud de veces en nuestros retiros en predicas y homilías le recordamos a nuestros participantes que Dios siempre esta a nuestro lado apoyándonos ayudándonos y dándonos su mano y su cayado para que si estamos caídos nos levantemos y nos dejemos guiar de su mirada.
Como los gestos de compasión de amor de Cristo así también debén ser nuestros propios gestos. En el Nuevo Testamente por ejemplo, encontramos que “¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que el Padre de ustedes lo permita. En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos de la cabeza el los tiene contados uno por uno. Así que no tengan miedo: ustedes valen mas que muchos pajarillos” (San Mateo 10: 29-31).
La gratitud de quien ha recibido amor y a su vez ama, no coloca limites a los gestos de ternura, y cuando no se cuenta con posibilidades económicas para expresarla, pero se tiene amor y esperanza, entonces se da a sentir posiblemente con mayor fuerza. ¿Te has imaginado cuales podrían ser los gestos más admirables y sorpresivos que podrías tener con las personas que verdaderamente amas? Estas son algunas, cuando resucitas una amistad que había sido descuidada. Cuando llamas por teléfono a un ser querido solo para saludarle e interesante por su persona. Cuando recordando la fecha de cumpleaños sorprendes a tu ser querido con una felicitación especial, con una fiesta de presencia y de abrazos cuando en medio de las durezas de la vida llamas a tu amigo para contarle un buen chiste y le haces reír a carcajadas. Cuando tienes una novedad en tu hogar y la compartes enseguida con esa persona querida. El verdadero valor de un regalo esta en el amor que depositas en su contenido, el cual convierte en reluciente su envoltura. En Haití los niños a pesar del dolor del desastre y el sufrimiento en sus caras inocentes. Todavía quedaba una sonrisa en sus rostros al conocer que muchas personas en el mundo no los habían olvidado.
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