Tuve la oportunidad de asistir una vez más a la Misa de Sanación
con el padre José Eugenio Hoyos en esta ocasión en la Parroquia de Cristo
redentor en Sterling, Virginia.
El Padre Hoyos acompañado de otros concelebrantes y de un numeroso
Ministerio de Sanación y Liberación vestidos uniformadamente de Negro y blanco,
con gran gozo y entusiasmo cantando alabanzas y glorificando a nuestro señor Jesucristo
con canciones como alabare, alabare
entre muchas otras. Y celebrando el día de la santísima virgen Maria.
Pudimos constatar la multitudinaria asistencia a tan esperada
Misa de Sanación, en su mayoría los feligreses muy atentos y llenos de Oración
en toda la Eucaristía. Personas que venían de otros estados como Maryland y Washington, así como la gran
cantidad de personas que venían por primera vez
En la Homilía el Padre Hoyos hablo de los huesos secos como Cristo
a través de la invocación del Espíritu Santo envía la brisa Sanadora para
darles vida de nuevo y demostrarnos que creyéndole a Dios todo lo imposible se
hace posible. El Padre Hoyos nos hizo un llamado a dejar de ser huesos secos y
entregarnos totalmente a nuestro Señor Jesucristo quien es el único dador de
vida por los siglos de los siglos ¡Amen!
Lo único que puede pedir es que tengamos en cuenta en no alargar tanto los testimonios de Sanación y por
esos como lo dice el Padre Hoyos en cada Misa de Sanación utilicemos el “ABC” A:
Autentico; B: Breve y C: Centrado en Cristo; quien es el único sanador y liberador.
Luego en la misa hubo una gran devoción y recogimiento pues
el Ministerio de Sanación formo grupos donde las personas ordenadamente hacían fila
para recibir la Oración o la implosión de manos.
Escuchamos buenos testimonios de Sanación de cáncer y otras enfermedades terminales. Así como
muchos de nosotros pedimos por nuestros seres queridos que se encuentran en
otros países y que están siendo diagnosticados con enfermedades incurables por
los doctores pero no por el Rey de reyes quien los Sanará y liberará de todo
mal.
San pedro Aconseja: “Alegraos en la medida en que participéis
de los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación
de su gloria (1 Pedro 14,18) .
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