Hemos podido ver en los medios de comunicación y en las páginas digitales impresionantes y maravillosas manifestaciones de Fe en diferentes partes del mundo. Ha renacido la Iglesia Católica pero en estos días Santos que han pasado desde el Domingo de Ramos hasta el domingo de Resurrección hemos podido notar un fortalecimiento de la Iglesia Católica, las Iglesias, los eventos, las ceremonias litúrgicas han llenado los templos como nunca antes, el pueblo se ha manifestado grandemente y ha demostrado un gran apoyo a su propia Iglesia.
Si es cierto que Cristo ha resucitado, pero su Resurrección no es aislada ni privada; es una invitación abierta a que nosotros resucitemos también.
Y la resurrección de cada católico
empieza en nuestro propio corazón.
El Papa Francisco nos decía el día de
la Pascua: “Con su muerte y Resurrección
Jesús muestra a todos la vida de la vida y la felicidad; y esta vía es
la humildad que comparta la humillación. Este es el camino que conduce a la
Gloria”.
“Esto no es una debilidad sino
autentica fuerza, quien lleva en si el poder de Dios, de su amor y su justicia,
no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad
de la belleza y del amor”.
¿Después de La Resurrección de Cristo qué? Esa es la pregunta que todos los Cristianos debemos hacer, ¿será que las multitudes que asistieron a los días santos vuelven a desparecer?, ¿Se acabó el fuego espiritual?
Las Iglesias de nuestra Diócesis de Arlington respondieron positivamente al llamado y a la participación de una manera extraordinaria, no dejemos apagar la espiritualidad ganada; no nos dejemos dominar por el enemigo. Guardémosle al Espíritu Santo perseverancia en la Oración; que aumente más nuestra Fe y nuestra esperanza.
Continuemos con nuestra participación
en familia, en la Santa Eucaristía y frecuentando los Sacramentos, mantengamos
nuestra Iglesia Católica viva; porque no podemos olvidar que tenemos un Cristo
Vivo y resucitado.
No olvidemos que la resurrección de
Cristo es algo que se debe celebrar todos los días, no solo una vez al año. Que
cada día sea una celebración de júbilo al recordar que Cristo vive en tu hogar,
en tu trabajo y en tu corazón por eso mantener a Cristo vivo depende de ti.
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