La Renovación Carismática quedaría incompleta
en su espiritualidad sino tiene como centro la Adoración Eucarística. En cada
evento, congreso de sanación interior o retiro se debe llevar a las ovejas a
los pies de Cristo Sacramentado pues allí los creyentes van a experimentar un
gran poder sanador y liberador.
En la nueva evangelización y en la promoción
de la nueva cultura de Pentecostés es de suma importancia que nos esforcemos en
la adoración interior. La adhesión a la adoración Eucarística muchas veces acompañada
de la alabanza y el fuego del don de lenguas es poderosa y de grandes bendiciones,
es un gran motor espiritual pastoral ya que libera tantas potencialidades de
entrega presentes en la persona del carismático y lo compromete profundamente,
con una fuerza insospechada al servicio de Dios y de la comunidad.
Insertado en Cristo en su oración y adoración,
como el sarmiento en la vida (Juan 15, 5), el carismático adorar ofrece al Padre
el culto de todo su ser (Romanos 12, 1-2), se pone a total disposición de Dios
para la salvación de los hombres.
El mejor servicio que todo carismático puede
dar es el de ser protagonista de la Nueva Evangelización. Jesús es el único verdadero
adorador de Dios. Su adoración es la perfecta adoración del Hijo único de Dios.
La adoración de Dios Padre, el
reconocimiento de su santidad, de su señorío absoluto sobre la propia vida y
sobre el mundo, ha sido el móvil, la razón propulsora de toda la existencia de
Cristo Jesús.
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