Por José Eugenio Hoyos
“Bienaventurado
el hombre que se mantiene firme bajo la prueba porque cuando haya resistido la
prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”
(Santiago 1, 12)
Cada
pasaje bíblico y a lo largo del ministerio de Jesús podemos ver en cada milagro
y sanación el anuncio de la Buena Nueva, la preocupación, la compasión y la
misericordia de Cristo por los más débiles y enfermos de su época y hasta los
tiempos modernos. El objetivo principal de Jesús en sus mensajes son salvar,
liberar, restaurar y sanar.
“El Espíritu
del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los
pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
de Señor. (Lucas 4, 18-19; Isaías 61 1-2)
La misión
de nuestro Señor Jesucristo es clara y directa ha sido enviado para darle al
enfermo un nuevo signo vital y llenar a la humanidad de fe y esperanza.
En mi
ministerio sacerdotal ha sido clave para que en nombre de Jesús a través de la oración
y de la imposición de manos Jesús actué directamente sobre los enfermos y moribundos.
Jesús
mismo entendió que su ministerio de sanación debe estar acompañado de mucha oración
y de la fuerza del Espíritu Santo.
Al
comienzo llamo a los discípulos ahora nos quiere llamar a cada uno de nosotros
para que continuemos esta extraordinaria obra de misericordia sobre los
enfermos. Así es cuando aparece el primer envió misionero al pedirle a sus discípulos
de predicar la maravillosa y comprometida noticia del Reino que es la misma
para cada uno de nosotros: “Sanen enfermos resuciten muertos limpien leprosos,
expulsen demonios.” (Mateo 10 8)
El mensaje
de Jesús en la Renovación Carismática está más que claro: “Oración y Acción.”
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