Por José
Eugenio Hoyos
Cada bautizado en el mundo entero debe anunciar y predicar en
todo momento sobre la importancia que tiene el Espíritu Santo en nuestras
vidas. No es solo tarea de la Renovación Carismática y de los Carismáticos hablar
y anunciar el poder sanador y liberador del Espíritu Santo es una tare de todos
los Católicos.
El Espíritu Santo es un don de Dios que se recibe como
resultado de la obediencia y la fe en El. (Hechos 5, 32). Si el hombre obedece
el mandato de Dios de arrepentirse y bautizarse en el nombre de Jesús recibe el
Espíritu Santo prometido por Dios (Hechos 2, 38)
“En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua t de Espíritu
no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3, 5).
Nacer del Espíritu es una referencia simbólica a ser lleno
con el Espíritu Santo. Jesús murió en la cruz, en la forma más cruel, por todos
nuestros pecados. Fue sepultado en un sepulcro prestado y al tercer día resucito
victorioso sobre la muerte.
Este es el Evangelio que el hombre tiene que obedecer. El Espíritu
Santo da al creyente una nueva vida en Cristo.
Una persona nacida del Espíritu Santo mostrara sus frutos: más
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (Gálatas 5, 22-23).
Cuando una persona recibe inicialmente el bautismo del Espíritu
Santo podrá hablar en otras lenguas, según el Espíritu le conceda. Jesús hablo
de esta evidencia en aquellos que creen: “Estas son las señales que acompañaran
a los que crean: en mi nombre expulsaran demonios, hablaran en lenguas nuevas”
(Marcos 16, 17).
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