Por José
Eugenio Hoyos
Hay que dedicar cada día por lo menos una hora diaria a la oración,
a la meditación, a la lectura de las Sagradas Escrituras y sobretodo escuchar
alabanzas Católicas que nos ayuden a elevar el Espíritu y que abran caminos
para prepararnos a la venida de Pentecostés.
La Renovación Carismática Católica debe aprovechar esta
oportunidad para prender fuego en los corazones de la Iglesia que se mantiene
en espera del derramamiento de nuevos dones y carismas.
Nuestra existencia tienen una base que es la promesa que hizo
el mismo Jesús de enviarnos el Espíritu Santo, el paráclito, el abogado y el
defensor. “Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre
ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta
los extremos de la Tierra” (Hechos 1, 8).
Cada promesa cuando llega y toca el corazón de los creyentes,
sus vidas cambian se transforman y todos celebran de alegría.
El Espíritu Santo es un fuego poderoso que mora en la vida de
los creyentes y en cada uno de nuestros corazones. Cuando no permitimos que el Espíritu
Santo sea visto en nuestras acciones, cuando hacemos lo que sabemos que esta
mal, entonces esa promesa se hace esquiva y difícil de llegar.
Para que esas promesas de Pentecostés lleguen a nuestras
vidas debemos estar en oración permanente y tener seguridad que harán un gran
impacto espiritual en nuestras vidas pues Dios no nos quiere huérfanos ni
desamparados por eso nos ha dado una familia Carismática y llego el tiempo de
celebrar Pentecostés.
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