Nuevas Raíces
9 de julio de 2007
El pasado fin de semana participamos en varios eventos pidiendo por la paz del mundo y por la libertad de los secuestrados en Colombia.
La Iglesia de San Antonio en Falls Church, Virginia, llenó un total de miles de latinoamericanos quienes se hicieron presentes para unirse en oración y plegarias por la muerte de los diputados del valle asesinados por los terroristas de las fuerzas revolucionarias de Colombia, FARC.
Cuando los celebrantes entramos a la iglesia nos llenamos de emoción al ver cientos de pañuelos blancos clamando por la paz, la justicia y la libertad de un país hermano que lleva más de 40 años en manos de los violentos y desalmados que torturan, asesinan a viudas, secuestran a inocentes y quitan la inocencia a niños y jóvenes llevándolos a formar parte de las filas guerrilleras. Pero la comunidad internacional se hizo presente una vez más en el área metropolitana de Washington, hecho de suma importancia. Al siguiente día viajé a Cali, Colombia, para unirme a mi familia y amigos en la gran marcha de la solidaridad, por un sí a la vida y no a los secuestros.
Los ríos humanos que corrieron por todas las ciudades de Colombia eran impresionantes, históricos y fue una muestra mundial de que el pueblo colombiano despertó y ya está cansado de las acciones malévolas y asesinas de las FARC. Los movilizaciones contra las prácticas bárbaras de los violentos son también un bello gesto de solidaridad y acompañamiento ciudadano a nuestras familias dolidas y destrozadas por el vil asesinato cometido hacia nuestros seres queridos.
Los esperanzadores pasos de los ciudadanos que caminaron por la libertad y la vida demuestran que los colombianos ya tomaron posición; por más de cuarenta años los FARC han sembrado odio, y hoy están cosechando rechazo.
Las multiplicadores marchas, además de ser un claro rechazo a los generadores de violencia, constituyen también un mensaje para todos aquellos que ingenuamente aún creen que la subversión colombiana persigue un fin social. De todas formas nos sentimos más fuertes para trabajar por la paz, la justicia social y la defensa de los derechos humanos. Gracias por su apoyo y sus condolencias y que Dios los bendiga.
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