por Rev. José Eugenio Hoyos
Definitivamente la actividad social en los Estados Unidos de América da la sensación de nunca descansar. Es una potencia mundial que nunca duerme y que está siempre en movimiento. Es esta época del año, los debates políticos ocupan las primeras páginas de los diarios, las pantallas de televisión y es el tema común de cualquier ciudadano. En realidad existe una gran pasión cultural para elegir un nuevo presidente. Los discursos políticos y debates se han vuelto tan comunes como comer hamburguesas, tomar coca cola, o desayunarse con cornflakes o pancakes.
Pero desafortunadamente los políticos que puntean las encuestas ignoran las preguntas o las reflexiones en que vivimos en este tiempo: ¿Hacia donde vamos, como una nación bajo Dios? ¿Cómo recuperar los valores perdidos? ¿Rechazamos al inmigrante que trabaja duramente con salarios escandalosos? Da tristeza ver que muchos inmigrantes cuando son ciudadanos Estadounidenses se vuelven anti-inmigrantes. No quieren hablar el idioma español y no quieren que los identifiquen como latinos. Quieren cerrar las oportunidades y las puertas a los inmigrantes recién llegados.
Muchos investigadores han demostrado que los inmigrantes crean trabajos más que quitarlos; más aún, los inmigrantes son consumidores y sus compras hacen crecer de modo significativo nuestra economía. Alan Greenspan, el ex-director de la Reserva Federal, afirmó que el crecimiento fenomenal de los años 90 se debió primeramente a los inmigrantes, documentados e indocumentados.
Cuando miramos al inmigrante surge con toda potencia la pregunta que Dios mismo nos dirige: “¿Qué has hecho de tu hermano?” (Génesis 4,9), “La respuesta no hay que darla dentro de los límites impuestos por la ley, sino según el estilo de la solidaridad,” en palabras de Juan Pablo II (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante 1995, n. 5). Además, “la Iglesia, como el buen Samaritano, siente el deber de estar al lado del clandestino y del refugiado; imagen contemporánea del viajero asaltado, golpeado y abandonado al borde del camino de Jericó” (Lucas 10, 30).
En esta Cuaresma sería interesante y enriquecedor que reflexionáramos sobre Mateo 25, 35 e Isaías 58. La Iglesia ha enseñado que: “En las caras que sufren los pobres, vemos la cara que sufre Cristo.”
Fotos gentileza No More Deaths/No Más Muertes, una organización que ayuda a personas en el desierto en la frontera entre Estados Unidos y México.
1 comentario:
Padre me da gusto encontrar y leer su blog. Me encataria que pueda compartir algunos articulos en nuestro blog: http://sacerdotessinfronteras.blogspot.com/ si puede unirse seria increible. Bendiciones!!
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