Por el Rev. José E. Hoyos
Esta semana estaremos celebrando el “Día Mundial de la Tierra” con una gran diversidad de eventos a nivel mundial. Esta magna celebración nos recuerda a todos los habitantes del planeta nuestra obligación de cuidar y proteger el medio ambiente.
Muchas organizaciones ya empezaron con conferencias sobre el calentamiento global, charlas educativas sobre el reciclaje, siembra de árboles y las consecuencias que traen el tirar desechos tóxicos a los ríos y al mar, entre otros.
Esta celebración comenzó en Estados Unidos en el año 1970, teniendo como objetivo recordar los problemas que afectan al planeta y así promover acciones que busquen un desarrollo sostenible.
En estas celebraciones volvemos a recordar al Papa Benedicto XVI, que dentro de los nuevos pecados capitales o sociales nos habla con mucha sabiduría sobre el cuidado del medio ambiente. Pues no podemos olvidar que el universo es creado por Dios y por lo tanto todos somos responsables de mantener la Tierra saludable y fuera de cualquier contaminación o deterioro. Todos hemos tenido la oportunidad de vivir en un mundo bello, de disfrutar y contemplar la naturaleza, las montañas, los valles, las flores, los bosques, los ríos con aguas cristalinas, poder ver los colores de los atardeceres y del amanecer y sobre todo de respirar aire puro.
Y para que este mundo continué siendo limpio y bello es necesario que nosotros contribuyamos organizando jornadas masivas que incluyan mantenimiento de ecosistemas, recorridos ecológicos, jornadas de limpieza, que en todos los barrios, colonias, pueblos, ciudades y cantones recojamos la basura. Que no arrojemos papeles, plásticos, envases, ni otros elementos que contaminen el medio ambiente, por un día mínimo no utilicemos aerosoles, ni pinturas. Sembremos árboles en las zonas verdes, en los parques y en los jardines, en las escuelas y colegios, presentemos obras de teatro, festivales de canto en honor a la Tierra. No gastemos el agua sin necesidad, aunque el planeta este compuesto de tres partes del liquido más precioso que el oro. Démosle valor al agua pues la necesitamos. Hablemos a nuestros hijos del calentamiento global, de los residuos sólidos y de los recursos naturales. Sin conciencia ecológica solo dejamos aridez y desolación. El desafió urgente es amar nuestro mundo. Jesucristo fue un enamorado de la naturaleza. Su mensaje valora el agua, las semillas, las ovejas, y los peces.
Es incierto el porvenir de una sociedad que llama progreso a la destrucción y consume sin medida. Hay un nuevo mandamiento: “Amar la Naturaleza”.
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