Por Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
4 de Abril de 2008
El tema del calentamiento global se convirtió en una prioridad mundial. ¿Será ya que ya hemos empezado un poco tarde a preocuparnos por el medio ambiente? ¿Por un sistema ecológico más saludable? ¿O estamos a tiempo para prevenir una catástrofe mayor en el planeta?
Recientemente el Papa Benedicto XVI hablaba sobre los 7 pecados sociales y uno de ellos era el de: "no contaminar el ambiente." Honestamente el Papa Benedicto XVI tiene la razón, pues somos nosotros los seres humanos que estamos ocasionando daño al medioambiente de muchas formas. El Papa Benedicto nos hace una cordial invitación a proteger nuestro alrededor, pues es muy sencillo hacerlo; primero educarnos y educar a las nuevas generaciones, con la forma como contaminamos el ambiente, la forma de utilizar los aerosoles, las colonias o perfumes con fuerte alcohol, la tala y quema de árboles, igualmente debemos tomar conciencia de reciclar. Nos hace falta una gran campaña masiva de las empresas privadas, el gobierno, los medios de comunicación y las Iglesias para promover la cultura de reciclar. Es importante enseñar y aprender a tratar la basura con cortesía, separar los vidrios, los plásticos, las botellas, las latas de aluminio, el papel, los cartones y el resto de la basura.
Aunque algunos no crean, otro signo de contaminación es el escandaloso ruido de los automóviles. La música metálica y otros tipos de sonidos estridentes en nuestro agitado mundo; por ejemplo, el estrés, la depresión, la falta de oración, de solidaridad, la violencia y la indiferencia social son también índices que contaminan al ser humano. Hasta el espíritu y el alma pagan las consecuencias; por ejemplo, los televisores y computadores permanecen encendidos en los hogares 12 horas al día, escuchamos la radio en el automóvil a alto volumen y por si fuera poco entre parejas, padres e hijos se comunican a través de gritos o alaridos, signos de contaminación familiar. Nuestros jóvenes parecen estar conectados permanentemente a sus iPods, a los juegos de video, enviando constantes mensajes de texto a sus amistades o charlando en el Internet.
Aunque todos estos aparatos modernos son convenientes, nos roban la tranquilidad y es en el silencio precisamente donde encontramos a Dios. Estoy convencido de que Dios no compite con la tecnología. Cada ruidoso aparato que conectamos a nuestro cuerpo, ahoga la voz de Dios en nuestras vidas. Cuidemos el medio ambiente, dejemos un mundo mejor al que encontramos al nacer.
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