Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Hace varios días esperando regresar de México a Washington me encontraba en la sala de espera del aeropuerto y había una demora de 2 horas de vuelo por las consecuencias del huracán Ida que pasaba en el Golfo de México. Honestamente es muy frustrante la espera pues si uno se encuentra solo es mucho más difícil porque el tiempo da la sensación de que se hace mucho más extenso y tedioso.
En los aeropuertos suele suceder que hay poco que hacer después de caminar de un extremo al otro. Pero con el tiempo uno va aprendiendo lo primero, hay que equiparse bien; una de las soluciones es tener rosario en mano, rezarlo varias veces y por varias intenciones, llevar un buen libro, tener papel disponible para escribir o recordar una buena anécdota. Si usted es mujer lleve lana suficiente para tejer, y de esa espera tejera cosas bellísimas. Hay muchas revistas que llevan interesantes y entretenidos crucigramas etc.
Las salas de espera en muchos lugares como oficinas de gobierno, bancos u hospitales se convierten en salas de desespero. Es frecuente allí observar personas ansiosas, estresadas, y super malgeniadas. Ahorras rabias, discusiones y adrenalina si al esperar te encomiendas a Dios. Dicen que la paciencia es el arte de hacer algo mientras tanto. Al esperar, ocúpate y permanecerás sereno. La oración silenciosa es un medio excelente para ocupar bien ese tiempo que otros malgastan al renegar o impacientarse. La puntualidad es un detalle del amor. Se cumplido y al esperar no te exasperes, y ya sabes que si te ocupas sacas un bien de un mal. De una rabieta o pérdida de adrenalina quedan frustraciones, estrés, caída de pelo, arrugas acentuadas, más canas, nace más belicosidad, el cuerpo suda más, el maquillaje se descolora y nos avejentamos más. Así como actualmente ahorramos gasolina aprendamos ahorrar adrenalina, la necesitamos conservada en nuestro sistema. Pues no sabemos cuando la vamos a necesitar.
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