Rev. José Eugenio Hoyos
Dios en su infinito amor, nos ha dado el regalo de ser felices y de mantenernos en paz los unos con los otros. Pero una inmensa parte de la humanidad es inconforme, insatisfecha, quejumbrosa y malagradecida. Tantos autores y poetas que han escrito magnificas reflexiones que han subido el ánimo y el positivismo con sus mensajes de alegría y que invitan a mirar la vida desde otro punto de vista.
La vida si vale la pena vivirla, pero vivirla con intensidad, disfrutando y poniéndole el lado bueno a los momentos tristes, a las desilusiones e igual a motivarnos a continuar adelante sin importar las adversidades mejore dicho un segundo a plenitud.
Todos hemos conocido la versión de desiderata cuando nos dice: “Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado, pues siempre habrá personas mas grandes y mas pequeñas que tu, disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes. Mantén el interés en tu propia carrera por humilde que sea, ella es un verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos. Hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales. La vida esta llena de heroísmo. Acata dócilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud. Cultiva la firmeza del espíritu para que te proteja en las adversidades repentinas etc. (autor desconocido).
Cada vez que reflexionamos con desiderata pensamos en el paralítico que tuvo tiempo de mirarse a si mismo, de ver la vida mas profunda, mas rica y mucho mas atractiva que antes. Un científico de 48 años, y que toda la vida negó a Dios “Mire esta foto lo fuerte que era, y mire hoy que estoy hecho un cadáver, pero doy profundamente gracias a Dios por el Cáncer de Leucemia que me envío, pues con esta enfermedad el Señor me salvo”. Maldecía a Dios porque ese día solo tenia un plátano para comer, pero al pelearlo y ver que un mendigo venia detrás recogiendo la cáscara, entonces comencé a alabar a Dios y compartí mi humilde alimento. Un día me quejaba y me sentía desdichado porque solo tenia un par de zapatos, casi todos, pero al salir a la calle y ver a un hombre en silla de ruedas y sin sus dos piernas, cambie de opinión y comencé a valorar no solo mis zapatos, sino sobre todo mis piernas”. ¿Entonces porque quejarnos tanto?
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