No se porque he tenido la impresión de que este año ha sido el comienzo de una Semana Santa con un vuelco numeroso de feligreses que han regresado en cantidades a la Iglesia.
Siempre hemos dicho que el domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección son de mayor asistencia. Y estamos de acuerdo pero conversando y analizando este fin de semana podemos concluir que se han batido todos los récords en cuento a números ¿será por los resientes terremotos? ¿Por la crisis económica? ¿Los escándalos en la sociedad, la Iglesia? ¿La situación de pérdidas de valores? O por los pronósticos de que se acercan el final de los tiempos? Bueno, lo que si podemos decir con seguridad es que es el mismo Cristo quien con sus manos extendidas y sus palabras llenas de amor y compasión nos invita con mas fuerza a que lo acompañemos estos días.
Este domingo de Ramos da con gran fuerza el comienzo de una semana que cambió la historia de la humanidad. Hoy todos estamos alerta y despiertos ante los acontecimientos que se presentan y el amor que Cristo derrama por nosotros sus hijos. El amor de Dios hunde sus raíces en la eternidad “nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo”, dice el apóstol San Pablo en Efesios 1, 4. Pero se ha manifestado en el tiempo, en una serie de gestos concretos que constituyen la historia de la salvación.
Con Cristo Jesús, Dios ya no nos habla desde lejos, por medio de intermediarios; nos habla de cerca y nos habla personalmente, el amor de Dios ahora entra triunfante a Jerusalén, y abre las puertas no de una gran ciudad sino de nuestros corazones. Jesús nos ha amado con un corazón humano y divino al mismo tiempo; de manera perfectamente humana, si bien con una medida divina. Amor lleno de fuerza y delicadeza, tierno y constante. Como amaba a los discípulos, como amaba los niños, como ama a los pobres y a los enfermos, como amaba a los pecadores. Al amar, nos hace crecer, nos devuelve la dignidad y la esperanza: todos los que se acercan a Jesús con corazón sencillo, se ven transformados por su amor.
Que ojalá esos ramos se mantengan verdes de esperanza y que las gotas de agua bendita sean la protección y bendición del mismo Cristo al comenzar la Semana Mayor. Hosanna hijo de David, Rey de Reyes. Amen, Amen, Amen.
Con Cristo Jesús, Dios ya no nos habla desde lejos, por medio de intermediarios; nos habla de cerca y nos habla personalmente, el amor de Dios ahora entra triunfante a Jerusalén, y abre las puertas no de una gran ciudad sino de nuestros corazones. Jesús nos ha amado con un corazón humano y divino al mismo tiempo; de manera perfectamente humana, si bien con una medida divina. Amor lleno de fuerza y delicadeza, tierno y constante. Como amaba a los discípulos, como amaba los niños, como ama a los pobres y a los enfermos, como amaba a los pecadores. Al amar, nos hace crecer, nos devuelve la dignidad y la esperanza: todos los que se acercan a Jesús con corazón sencillo, se ven transformados por su amor.
Que ojalá esos ramos se mantengan verdes de esperanza y que las gotas de agua bendita sean la protección y bendición del mismo Cristo al comenzar la Semana Mayor. Hosanna hijo de David, Rey de Reyes. Amen, Amen, Amen.
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