Por el Rev. José Eugenio Hoyos
El apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos manifiesta sin ningún complejo: “yo no me avergüenzo de la buena noticia, que es una fuerza divina de la salvación para todo el que cree…” es que el Evangelio revela, manifiesta, aplica y hace efectiva esta iniciativa de Dios que nos trae la salvación.
En San Lucas 17, 1-6 dice: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojada al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos”.
Una vez mas viene Cristo Jesús a nuestro encuentro con una advertencia divina, fruto de su misericordia y clemencia que nunca se acaban. Dios no se cansa de amarnos. Dios no se cansa de perdonar. Pero el quiere que seamos verdaderos testimonios de vida, que seamos transparentes para no escandalizar a nadie, no solo a los pequeños sino a aquellos que están creciendo y dando su primer paso en la fe.
El Evangelio nos escandaliza y nos sacude: “para ganar la vida hay que perderla. No vine a ser servido sino a servir. El que quiere ser el primero que se ponga de último. Lo que hicieron a uno de mis hermanos mas pequeños, a mi me lo hicieron”. La lógica de Dios no es la lógica de los hombres. Los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. “Dios escribe derecho con líneas torcidas. Cuando te sientas al borde del abismo desesperado y deprimido, no te desesperes porque Dios estará a tu lado ofreciéndote sus manos”.
Al comienzo de la historia bíblica en el nuevo testamento, muchos quedaron escandalizados de las palabras y mensajes de Jesús, Él vino a ofrecernos la verdad y a darnos nueva vida. Vino a una obra y una misión especifica: “salvarnos a todos y llevarnos a la vida eterna”.
El Evangelio de Jesús hizo sentir importante a los pobres, a los enfermos, a los humillados, desterrados, a los que no tenían esperanza y eran rechazados por la sociedad. Devolvió la salud a los enfermos, resucito a los muertos. En el Evangelio de Cristo nos mostró que hasta en su cruxifición habría lugar para todos. Y que con mucha compasión y amor nos tomaría entre sus brazos como signo de amor y del gran amigo. Su Evangelio de justicia social es fuerza y fuego, libro viviente para los vivientes.
Foto: Pobladores quechuahablantes estudian la Palabra de Dios
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