Por el Rev. Jose Eugenio Hoyos
¿Cual crisis económica? Para que tanta preocupación si todavía quedan energías para conseguir y encontrar las soluciones a los problemas.
Estamos viviendo un estrés desbordante, estamos angustiados, agitados, malhumorados, corriendo cada vez más rápido, sin preguntarnos que rumbo hay que tomar. Nunca, en verdad, hemos tenido nuestras vidas tan aceleradas, como el dicho popular que dice: “para donde va Vicente, para donde va la gente…” y si nos metemos en un tumulto humano nos llevarían al lugar equivocado. Nos movemos a una velocidad impresionante ya no corremos, volamos, para no perder el bus, el avión, no llegar tarde al trabajo, una cita con un ser querido, para no perdernos un capitulo mas de nuestra novela favorita.
Pero con todo este corre corre siempre lo relacionado con Dios y la Iglesia desafortunadamente ocupa el ultimo lugar. Nos comunicamos por Internet para desahogar nuestras penas, para no sentirnos solos, chateamos con desconocidos en el otro extremo del mundo, pero somos incapaces de hablar con nuestros vecinos. Se nos ha vuelto imprescindible el teléfono celular, pero cada día nos comunicamos menos con nuestros hijos, o nuestros seres queridos. Lo lejano se acerca, lo cercano se aleja. Mas que el problema de la crisis económica es la intoxicación de una información que se nos ofrece inabarcable y fragmentada.
El poeta Elliot sabiamente nos dice: “¿A dónde fue la sabiduría que perdimos con el conocimiento, a donde fue el conocimiento que perdimos con la información?” vivimos y estamos viendo un espectáculo escalofriante no nos damos cuenta y el mundo si esta al revés. Los carros manejan a las personas, las computadoras programan nuestras vidas, todo sube de precio menos la vida humana que cada vez vale menos. ¿Qué se puede esperar de una generación que crece pegada al Internet y al televisor, que aprende cada día que la violencia, las pandillas, el chantaje o la mentira son medios eficaces para resolver los problemas.
Necesitamos crear una cultura a la no-violencia, no-agresión, y respeto y defensa a la vida. Necesitamos con urgencia una educación en valores que proporcione una brújula para poder orientarnos en este mundo turbulento en que vivimos. Cambiemos en nuestra sociedad la palabra crisis por la de Cristo.
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