Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
26 de agosto de 2010
Vivimos en una sociedad donde cada vez nuestra religión es atacada, cuestionada, criticada, amordazada e ignorada por muchas personas e instituciones. El respeto a la religión, a los valores y al temor de Dios ya no tiene la fuerza que antes tenían.
Pero para los bautizados en Cristo, los que hemos y estamos experimentando las grandes manifestaciones y cambios que nos brinda Dios en nuestras vidas esta es una gran oportunidad para comprometerme mas en la evangelización y en la propagación de la fe católica.
Debemos estar convenidos de que nuestra Iglesia es la verdadera Iglesia instituida por Cristo. Aunque algunos incrédulos se burlen o critiquen nuestra Iglesia Católica, debemos a través de la oración y de los sacramentos, especialmente en la Eucaristía de que en nuestra Iglesia proclamamos un Cristo vivo y resucitado.
Si de verdad crees, si estas convenido, no te preocupes por responder a los que cuestionan y se burlan. Dicen que al “hijo del Hombre” le llamaban mentiroso, le escupían, le azotaron, lo torturaron y el solo dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, aunque también una noche antes había flaqueado, como todo ser humano dijo: “la fe sigue a lo oído”. Al estudiar la palabra de Dios, su sabiduría se hace patente y la fe aumenta (Romanos 10:17; Hebreos 11:1).
No podemos olivar que a los apóstoles también les paso, tuvieron que experimentar también la cerrazón de los hombres de su tiempo, se estrellaron de frente con la negación de su mensaje. Obviamente esto golpea el corazón del hombre de fe, pero no podemos dejarnos convencer por sus lógicas y sus valores promulgados. Donde el mundo ve derrota, donde el mundo ve imposibles, donde el mundo solo ve posibilidades negativas, la fe ve posibilidades de victoria, de luchas alcanzables, de triunfos por lograr hasta las criticas que algunos medios de comunicación hacen en contra de nuestra Iglesia y fe católica nos lleven a una depresión eclesial parcial que tiene un remedio inmediato como es la oración y la unidad.
Hay que pedir sanación por las personas con sentimientos venenosos hacia nuestra Iglesia y a nuestros sacerdotes. Son personas dirigidas por le espíritu del mal que quieren dañar la paz y la armonía de nuestra vida espiritual.
Se trata de encontrar claro que cuando uno ha apostado por Jesucristo y ha dedicado vivir a su manera recibe en medio de la experiencia espiritual por la acción del Espíritu Santo la fuerza, el poder, la capacidad, para ser feliz en la verdadera iglesia de Cristo. ¡Animo! Que nadie hoy se declare vencido. Todos somos Iglesia. Amémosla y defendamos y amemos a nuestros sacerdotes. “yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño” (Lc 10, 19).
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