Para usted querido amigo(a) ya no es noticia ni le da
sorpresa cuando escucha que en un evento, congreso o Misa de Sanación cientos
de creyentes están testificando sobre el poder sanador de Jesús de Nazaret.
La historia de la salvación y el tiempo de los milagros no ha
descansado; Cristo sigue realizando su obra sin descansar y será hasta el final
de los tiempos, esa es parte de su gran promesa San Marcos 7: 31:37 nos dice: “Cuando
Jesús volvía a la región de Tiro paso por Sidón y fue al mar de Galilea, atravesando
el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le
impusiera manos. Jesús lo separó de la multitud y llevándolo aparte le puso los
dedos en las orejas y con su saliva le toco la lengua; después levantando los
ojos al cielo, suspiro y le dijo: ” Efata que significa: ábrete”.
Y en seguida se abrieron sus oídos y se le soltó la legua y comenzó
a hablar normalmente.
Jesús le mando insistentemente que no dijera nada a nadie,
pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban. Y en el colmo de la admiración
decían: “todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
La imposición de manos y la saliva son dos dignos de sanación
que no podemos ignorar en el Ministerio de
la Sanidad de Cristo.Esto nos demuestra y enseña que todos los miembros del cuerpo de Cristo son divinos y sagrados y tienen gran poder sanador y liberador; su sangre, sus heridas, sus llagas, su sudor, sus manos etc.
Cuando Cristo sana, sana perfectamente. Él lo hace todo bien,
somos nosotros los que nos alejamos y nos apartamos de Cristo.
Por eso en cada Predicación, trato de indicarle a la
audiencia que nuestro don de Sanación es temporal; pero el de Cristo es eterno
y glorioso.
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