Al cumplir 30 años de
servicio Sacerdotal dentro de la iglesia Católica se me brinda la oportunidad
de dar gracias a Dios por haberme escogido en este servicio al prójimo y por el
regalo de la vocación Sacerdotal; también es una oportunidad de renovar
positivamente el Sacerdocio.
Es una conexión con el mismo Cristo traducida en Oración y contemplación
es fundamental; pero la contemplación ha de ir acompañada de la acción que
tenga primero en cuenta los talentos de la comunidad en que se trabaja, conscientes
de que vivimos en un mundo que ha cambiado la mentalidad de frente a la
autoridad Eclesiástica, se hace necesario reconocer que la autoridad se gana no
se impone.
En mis 30 años de vida Sacerdotal he percibido que la gente
vibra y se llena de fervor con un Sacerdote que programa, que escucha, que Ora,
que contempla, que saluda con cariño que visita a la gente en sus hogares y hospitales; comparte su realidad; que deja
todas sus cosas personales cuando los fieles le soliciten un servicio, que
respeta la vida e historia de una comunidad, que se dispone a conocer la gente
y a valorarla.
Que desarrolle el carisma y los dones recibidos de Cristo a través
de la devoción especial a la virgen Maria; pues Maria jamás podrá faltar con su
invitación a la confianza “Hagan lo que él les diga” (Juan 2,5) porque un
siervo de Maria nunca perecerá
No hay mejor Sacerdote que aquel que anhela vivir atado a la
Virgen Maria, pues la madre de Dios y nuestra es un pasaporte para viajar y
aterrizar en el corazón de las personas, de la Iglesia y del Cielo.
Un Sacerdote debe poner sus dones y carismas al servicio de
la comunidad. Por eso hoy en estos 30 años de Sacerdocio me arrodillo ante ti Señor,
Rey de Reyes y te doy gracias Padre amado por hacerme tu siervo. ¡Amen!
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