Por Padre José Eugenio Hoyos
Todos los bautizados y creyentes en un Cristo vivo
debemos convencernos una vez más que es el mismo Cristo Jesus que nos restaura,
nos sana y nos salva, no hay otra. Solo Él.
El mismo Cristo Jesus tiene en sus propias manos la
antorcha encendida con el fuego del Espíritu Santo. Es la luz que ilumina
nuestro diario caminar, es la que alienta y refuerza nuestra fe para que
sucedan poderosas sanaciones, milagros, signos, maravillosos y prodigios en
nuestras vidas y comunidades que creen en el poder de la oración y la alabanza.
Los carismáticos deben vivir a plenitud los sacramentos,
descubrir cada día su identidad y espiritualidad, pues con una fe viva todo será
posible, todo se podrá superar, todo se podrá transformar, se recibirán multitud
de bendiciones, ya que es el mismo Cristo médico del alma quien lo hace todo
con amor y pasión.
Hay que revestirnos en oración continua, porque el enemigo
quiere destruir nuestro vinculo y amistad con Dios, y sobretodo debilitar
nuestra fe, hasta llevarnos a la duda y a la incredulidad. Pero Jesus siempre estará
a nuestro lado mientras los grupos de oración estén unidos y perseverando somos
los testigos de la misericordia y la compasión de Cristo.
El carismático fiel igual que el justo vivirá por la
fe. Al hablar de la fe que justifica, San Pablo cita al oráculo de Habacuc: “El
justo por su fidelidad vivirá” (Hb 2, 4). Cada hombre tiene una puerta por la
que entra Cristo. Deja que el fuego de Dios encienda tu vida.
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