Por José
Eugenio Hoyos
Cada segundo, en cualquier rincón del mundo están sucediendo
milagros, sanaciones, conversiones y liberaciones. Cada testimonio de sanación es
un signo de la señal de Dios a la humanidad.
Cada milagro y cada sanación es una evidencia tangible y verídica
del poder y la capacidad del poder de Cristo que nos indica que Cristo está
presente y respondiendo a nuestras oraciones, plegarias e intenciones.
Muchos seguían a Jesús porque veían las señales que hacía con
los enfermos (Juan 6,2)
El propósito y la búsqueda que tiene Jesús para cada uno de
nosotros es salvar y atraer a los pecadores hacia Él.
El evangelio de San Lucas 9, 6 nos dice que esos discípulos pasaban
por las aldeas anunciando el Evangelio y sanando todo tipo de enfermedades.
El carisma de sanación en el Nuevo Testamento, nos enseña que
no solamente la curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio evangélico
en los tiempos apostólicos, sino que hace referencia a una verdadera y propia concesión
hecha por Jesús a los apóstoles y a otros primeros evangelizadores de un poder
para curar a los enfermos.
En el camino de la Evangelización encontraremos muchos
enfermos y necesitados de la gracia de Dios y es por eso que Jesús nos invita a
curar a los enfermos, a compartir su dolor, a hacer oración por ellos, una oración
en fe, porque el Evangelio confirma que Jesús si tiene poder de sanar y
liberar. Jesús sana porque nos ama.
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