Por José
Eugenio Hoyos
Este siglo 21 nos llama con urgencia a todos los bautizados
en Cristo Jesús a que saquemos tiempo para ir a todos los lugares a Evangelizar
y a proclamar el Evangelio de Cristo.
El Papa Francisco nos ha invitado a que nos preparemos
espiritualmente para salir a las periferias y traer a otros a un encuentro
personal con Jesús.
Pero primero hay que entender que debemos saber quienes
somos, cual es nuestra identidad como Cristianos y cual es el objetivo principal
de nuestra misión, y a no tener miedo de lanzarnos y atrevernos con fuerza
arrolladora a poner al servicio de los demás lo que hemos recibido.
Es importante que cada Evangelizador que pertenezca a
cualquier ministerio dentro de la Iglesia entienda y practique la parábola de
la mujer Samaritana (Juan 4, 1-2) en donde al descubrir el don de Cristo Jesús,
corre agitadamente para comunicarlo a los demás o quien tiene la clara
conciencia de quien es, puede transmitir a los demás lo que es. Y de la misma
manera si se deja guiar por el Espíritu Santo el mismo Espíritu los llevara por
los caminos correctos. Un buen y verdadero Evangelizador no entra en competencia
con sus hermanos Católicos lo contrario su evangelización se debe distinguir
por construir no dividir.
1Corintios 9: 16-18 nos dice: “Sin embargo, predicar la buena
noticia no es algo de lo que debo jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Que
terrible seria para mi si no predicara la Buena Noticia! Si lo Hiciera por mi
propia iniciativa, merecería que me paguen; pero no tengo opción, porque Dios
me ha encomendado este deber sagrado. ¿Cuál es entonces, mi paga? Es la
oportunidad de predicar la Buena Noticia sin cobrarle a nadie. ¡¡Por esa razón,
nunca reclamo mis derechos cuando predico la buena noticia!!
Los predicadores y los Evangelizadores no deben cobrar pues
su salario ya esta acumulado en el cielo.
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