Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
29 de junio de 2007
Queridos amigos, les invito a que un fin de semana ustedes se den una vueltecita por los lugares donde están los bares y las discotecas de las ciudades y allí encontrarán a la mayoría de la población joven. Muchos padres de familia piensan que sus hijos no corren peligro, pero es todo lo contrario sino están en problemas de drogas y están dándole el alcohol sin ningún control.
La mayoría de jóvenes piensan que eso es divertirse y pasarla bien, pero todo lo contrario se están destruyendo y engrosando las filas de milliones de muchachos con problemas de alcohol o de drogadicción o envueltos en violencia juvenil.
Ahora tenemos otro probema en algunas escuelas y comunidades con padres de familia divorciados o sin comunicación con sus hijos. Allí encontramos más alcoholismo entre los niños que nunca antes.
La sociedad es incapaz de controlar el uso del alcohol entre los más jóvenes. Los accidentes graves y las muertas violentas están íntimamente asociados al alcohol.
Todas las anteriores son realidades estadísticas que las personas suelen comentar escandalizadas. Podemos echarles la culpa a varias razones de tanto infortunio en una o varias circunstancias: las malas amistades, la tolerancia de la sociedad al consumo de alcohol por parte de los jóvenes, la falta de autoridad de los padres, la falta de normas o el incumplimiento de las existentes, la incapacidad del gobierno para controlar la venta indiscriminada del alcohol a menores de edad, etc. Pero se suele minimizar uno de los más importantes facilitadores del uso prematuro del alcohol: el ejemplo del hogar. Un niño o un joven expuesto con frecuencia al consumo excesivo de alcohol por parte de sus mayores va a tener más posibilidades, como adolescente, de incurrir en conductas adictivas y de verse envuelto en accidentes desafortunados.
No es infrecuentemente el caso de padres que inducen a niños pequeños a tomarse unos tragos, por considerar divertido verlos mareados. Tales experiencias son recibidas por los asistentes adultos con alborozo y por el niño como "normales". Ocurren en un momento de gran maleabilidad en el desarollo psicológico, creando hábitos malsanos e infleunciado negativamente la manera como el niño interpreta la realidad circundante. Las conductas alcohólicas inapropiadas por parte de adultos se constituyen en un ejemplo a seguir y van llevando al niño a una peligrosa familiarización con el alcohol, cuyos efectos no tardarán en hacerse evidentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario