Por Mitzi Macias
Washington Hispanic
29 de junio de 2007
A pocos metros del Congreso rodeado por líderes y activistas encontramos al Reverendo Eugenio Hoyos como él acostumbra estar: abogando por los derechos de los que más necesitan. Y es que desde su llegada a Estados Unidos en 1987, el padre Hoyos inició un arduo trabajo humanitario y solidario que lo ha llevado a ser reconocido dentro y fuera de territoria estadounidense.
En reconocimiento a su trabajo y entrega a la comunidad inmigrante y a los más pobres, el sacerdote de origen colombiano que reside en el área metropolitana ha sido nominado para recibir el Premio Príncipe de Asturias en la categoría Concordia, el segundo en importancia después del Premio Nóbel de La Paz.
Según cuenta el religioso, quien es el director del Apostolado Hispano de la Diócesis de Arlington, su nominación la presentó el representante republicano Tom Davis por su gestión a través de la Fundación Marcelino Pan y Vino (MAPAVI) y de la Comisión Internacional para la Liberación de los Secuestrados en Colombia.
"En MAPAVI hemos ayudado a muchas personas que necesitaban un transplante, así como también hemos desarrollado programas educativos. Con respecto a mi lucha por la liberación de los secuestrados en Colombia soy honesto decir que inicié esta campaña movido por un interés personal. Mi hermano fue secuestrado hace cinco años y aún guardamos la esperanza que se puede llegar a una solución pacífica. Cuando te secuestran a un hermano, secuestran a toda la familia", expresó a Washington Hispanic el reverendo Eugenio Hoyos.
Estas declaraciones las realizó sin imaginar que durante las próximas 24 horas después de este entrevista recibiría la trágica noticia de la muerte de su hermano, quien fue asesinado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y se había convertido en el símbolo de lucha del religioso.
El padre Hoyos como es llamado dentro de su feligresía se ha ganado el respeto y la admiración por su constante defensa de los inmigrantes en el área metropolitana, pero al mismo tiempo por sus constantes mensajes de paz y apoyo espiritual ofrecido a través de sus escritos y de sus continuas participaciones en foros y seminarios a nivel internacional.
También como parte de la labor realizada con MAPAVI, el padre Hoyos ha ayudado a reconstruir escuelas y hospitales en zonas muy necesitadas como en el oriente de El Salvador y Bolivia.
"Hemos realizado una labor callada, pero que ha sido muy efectiva porque creo que la educación y la transmisión y promoción de valores es fundamental", dijo Hoyos.
Recibe apoyo
La fundación Príncipe de Asturias trabaja de manera secreta con los miembros del jurado para eligir a los ganadores y son ellos quienes definen las características o el perfil del merecedor del premio. El reverendo Hoyos cuenta con el apoyo del Monseñor Castellanos, quien también recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1998.
"Monseñor Castellanos abandonó su diócesis para ir a trabajar con los más pobres. Así lo conocí personalmente cuando lo visité en la ciudadela que ha construido en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Es un gran honor que monseñor sea uno de mis patrocinadores", cuenta el padre Hoyos.
Del mismo, el reverendo también cuenta con el apoyo de instituciones sociales, universidades y algunas personalidades políticas.
"El sólo hecho de ser nominado a un premio tan importante ya me hace sentir ganador. Al ganar el padre Hoyos un Príncipe de Asturias gana toda la comunidad inmigrante en Estados Unidos porque también soy un inmigrante que conozco las necesitades y los problemas que enfrentan nuestras familias", finalizó el padre Eugenio Hoyos.
"También soy un exiliado"
Antes de llegar a Estados Unidos, el padre Eugenio Hoyos trabajaba en el sector de educación en las escuelas de Bogotá, Colombia. En las aulas, el sacerdote conscientizaba a los jóvenes para vivir una vida de la no violencia, de paz para que no sean las clases más desprotegidas las que se unan a las FARC.
Esta filosofía lo convertió en un perseguido y tuvo que abandonar su país para salvar de morir.
"Me tocó vivir el exilio y tuve que salir por amenazas a un país que era difícil para mí. Con el apoyo de mis comunidades religiosas llegué a una nueva tierra con el compromiso de que estoy vivo y que debo trabajar por los que más necesitan. Cada día que pasa pienso en la libertad de mi hermano y la esperanza de que algún dia se pueda llegar a acuerdos humanitarios", finalizó el padre Hoyos.
Foto del padre Hoyos con el congresista Joe Baca por Alvaro Ortiz, Washington Hispanic.
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