Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
27 de junio de 2008
La imagen del secuestro de los 12 diputados de la asamblea de Cali continúa viva desde hace 6 años en nuestros corazones. Al viajar desde Washington a Cali, eran muchas las imágenes dolorosas que venían a mi mente del secuestro y la muerte de mi hermano, Jairo Javier Hoyos Salcedo y sus compañeros, los diputados del Valle del Cauca. Aunque mi corazón todavía se siente triste y acongojado, lo que más me consuela es que como familia, hemos podido perdonar, aunque sinceramente quisiéramos tener todas las respuestas del por qué de este vil asesinato a estos seres inocentes, que por 5 años estuvieron sufriendo en las inhóspitas selvas colombianas, desafiando el peligro de animales salvajes, caminando día y noche por senderos desconocidos, sin poder dormir y muchas veces aguantando hambre y, lo más duro, convirtiéndose en dementes al filo de la locura, sin saber de sus familiares, de su futuro o de lo que les iba a suceder.
Sólo mi hermano Jairo, en una de las pruebas de supervivencia, le envió un mensaje al Presidente Álvaro Uribe diciéndole: “Señor Presidente Uribe, le suplicamos que haga algo por nosotros, que no se canse de dialogar, que plantee el acuerdo humanitario, porque muy pronto si ustedes no nos liberan, muy pronto seremos los que próximamente vamos a morir.” Desde aquel entonces Colombia entera se dio cuenta de que algo fatal iba a suceder, y así fue. Todos, a los pocos meses, recibimos la infausta noticia de que los diputados habían sido asesinados a quemarropa, salvajemente según la necropsía. Los últimos análisis demuestran que el que más recibió impactos de bala fueron 16 tiros y el que menos, 8 tiros; eso fue salvajismo, sólo un desalmado o un monstruo puede hacerlo. Luego, a la opinión pública y a nuestras familias nos dieron a conocer que acababan de lavar los dientes pues varios de ellos tenían hilo dental en sus bocas, y en sus estómagos se encontraron arroz y alverjas verdes. Definitivamente con el asesinato de los diputados mataron sus ilusiones, sus ideas, sus proyectos, su felicidad, sus pensamientos, pero no mataron su alma, ni pudieron callar sus voces. Porque ahora, más que nunca, sus ilusiones, sus ideas y proyectos empiezan a renacer y dar frutos. Ojalá que detrás de tantas mentiras de parte de las FARC un día encontremos la verdad, porque el mismo Cristo nos dice que nada hay oculto en este vida que no salga a flote.
Por ahora no nos queda más que pedir y orar por la liberación de todos los secuestrados en Colombia. Pues los que ya murieron siguen vivos en nuestros corazones.
Foto: La ex rehén Clara Rojas asistió a la Santa Misa en recuerdo de los 11 diputados
1 comentario:
Perdonen el pesimismo, pero ya desde hace tiempo, soy de la opinión de que Cristo nunca podra llegar a los corazones de hombres como esos asesinos y otros con tal ausencia de humanidad en sus corazones.
Aunque se nos enseña que Cristo lo puede todo, lo único que no puede –opino- es ayudar a salvar a entes que de humano, solo tienen la forma física.
El perdón ofrecido por parte de los familiares de victimas, para ellos, no es mas que una de esas perlas que Jesús mencionaba que no debe de echarse a los cedos.
Los que perdonan, son ensalzados por su fe y piedad, pero los perdonados, ni siquiera entienden el concepto de lo que es eso.
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