Cuando voy a un centro comercial y entro a un almacén se me olvida que soy pobre y lo que más deseo es comprar, comprar, comprar y comprar. Esta fue una de las expresiones de un gran amigo mío cuando estábamos hablando de ahorrar y de la economía. Pero a veces no entendemos a la gente cuando hoy todo el mundo se queja porque la economía anda mal, no hay trabajo, los salarios están súper apretados y ya no alcanza para nada.
El otro día he ido a caminar al famoso centro comercial en Tysons Corner en Virginia y me quedé bastante sorprendido de ver en día de semana, un martes, mi día de descanso a tantas personas que iban y venían de los almacenes y no iban solo de caminantes u observadores de vitrinas, pues a mi sorpresa iban a sus casas de regreso con bolsas completas de cosas. Por ningún motivo se me vino a la mente de que los almacenes estaban regalando sus mercancías, al contrario, todo estaba carísimo, ni siquiera había avisos de ofertas o rebajas.
Estamos más que convencidos que el bombardeo de los mensajes publicitarios que están invadiendo la vida cotidiana de las familias, ya sea a través de la televisión o de los grandes carteles publicitarios, y en segundo lugar, las nuevas modalidades de pago mediante tarjetas de crédito o en cuotas que muchos negocios hoy proponen y que permiten iniciar el pago, en algunos casos varios meses después de haber adquirido el producto, impulsen a las personas a comprar. Estamos experimentando ya no un mercado comercial, sino un mercado emocional. La importancia de estos aspectos del comprar compulsivo, han sido puestos de manifiesto en las novelas de la autora Sophie Kinsella “I Love Shopping” (2001), “I Love Shopping in New York” (2002) y “ I Love Shopping in Bianco” (2003), en las que se describe la conducta burlona de Becky, la protagonista shopaholic (adicta a las compras), que es incapaz de resistir la tentación de acumular vestidos, zapatos y cualquier otra curiosidad.
Hay muchas mujeres y hombres deprimidos o estresados que al ir de compras piensan que el comprar una prenda, aunque no la necesiten, les da alivio y mejora su condición psíquica y anímica. Los compradores compulsivos se pueden clasificar según Richard Sorrentino (2001) neurólogo y miembro de la Academia Norteamericana de Neurología en cuatro categorías:
- Los coleccionistas, que se dedican solo a determinados objetos en particular.
- Los omnívoros, que compran de todo sin distinción.
- Los maníacos del negocio, que gustan de adquirir objetos de toda clase con tal de que sea a un precio ventajoso.
- Los compradores virtuales, que navegan mucho por el Internet y compran a través de la Red.
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