Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Observando el otro día las competencias de los Juegos Olímpicos que se están desarrollando en China, comprobaba una vez más que no importa la ideología, la raza y la economía; “los olímpicos son los olímpicos.” Pero lo que más me llamaba la atención era ver el esfuerzo y la tenacidad de los deportistas, por ejemplo en la mayoría de nuestros países latinoamericanos no apoyan a los deportistas como se debería: en lo económico, en la alimentación y en lo técnico. Muchos de ellos vienen de extractos muy pobres, donde es sus lugares de origen no hay estadios, gimnasios, piscinas, canchas atléticas y mucho menos facilidades para ejercer el deporte. No hay un seguimiento físico, ni de apoyo moral.
Muchos de los atletas en países como África, Centro o Sur America nunca en su vida han usado unas zapatillas de atletismo tan finas o durables como los actuales campeones. El presupuesto del ministerio de deportes en algunos países es tan restringido que todo va para la administración, papeleo, inscripciones y para el desarrollo del deportista absolutamente cero. En Colombia, por ejemplo los deportistas que más se destacan vienen de las clases populares o marginadas. Para competir o clasificar algunas veces tienen que prestar dinero, hacer rifas o vivir de la caridad. Es por eso que nuestros atletas antes de competir, al observar los uniformes deportivos de sus oponentes, ya desde ese momento se sienten inferiores.
Pero no todo en estos olímpicos es desventaja económica o social, pues el denominador común es el Espíritu común que los mueve a todos, el de la esperanza de competir o clasificar y el mejor premio es el orgullo de haber participado en los Juegos Olímpicos, en el cumplimiento y la realización de cualquier deportista en el planeta tierra. Cabe destacar en esta ocasión a un gran deportista muy cercano a nosotros, nacido cerca de Washington DC, en Baltimore, Maryland, de 23 años de edad: Michael Phelps, quien continúa haciendo historia con la gran cantidad de medallas de oro conseguidas a través del deporte de la natación. Michael Phelps es un gran orgullo mundial, es un gran ejemplo, un ídolo, un héroe para las nuevas generaciones por su sencillez, su esfuerzo, su constancia, su fortaleza y sobre todo por su fe en Dios. En realidad Michael Phelps es una inspiración para todos.
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