Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
28 de agosto de 2008
Definitivamente los científicos y los mejores médicos del mundo saben y han comprendido que el mejor cirujano del mundo es Jesús de Nazaret, que competir con Él es bastante difícil, que unirse con Cristo antes de una cirugía o visitar un enfermo es lo mejor.
Los especialistas en las diferentes ramas médicas comprueban una vez más que la medicina y la oración son el mejor complemento para sacar adelante a los pacientes. Los resultados de pacientes que van a los hospitales acompañados de fe y oración están recibiendo mejores resultados de aquellos que confían solo en la ciencia y tienen un gran vacío espiritual.
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar a una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: "¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!" (Lucas 17, 11-13). Cuando nos imaginamos los leprosos, no vienen a nuestra mente los que padecen lepra, si no también los enfermos de cáncer, SIDA, tuberculosis o cualquier otra enfermedad terminal. Pero el Evangelio nos presenta a los leprosos porque es el cuadro más doloroso de la enfermedad de una persona. Un montón de caras tristes, sin esperanza, cuerpos encorvados, ojos rojos, manos sin dedos, llagas, protuberancias en la cara, la nariz, los labios y la frente. Las úlceras en sus cuerdas vocales, las cejas sin pelo, músculos y tendones atrofiados y sus pies pareciéndose a las garras de algunos animales. Por estas razones la mayoría de la gente evitaba a los leprosos.
Cristo en cambio tuvo compasión de ellos. Cuando la gente se apartó de los diez leprosos, Jesús dio un paso adelante. "Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados." (Lucas 17, 14). ¿No te habría encantado ser testigo de este milagro? Solamente oración a un hombre y en un instante divino sanidad completa. Una masa miserable de humanidad se convierte en un coro que celebra con vivas y brincos su nueva salud.
¿Puedes imaginar como se sintieron los leprosos? Si estás en Cristo, puedes. Lo que El hizo por los leprosos físicamente, lo ha hecho por ti espiritualmente. El pecado nos vuelve leprosos a todos y nos convierte en cadáveres espirituales. San Pablo escribió a los cristianos en Éfeso: "Estabais muertos en vuestros delitos y pecados." (Efesios 2, 1). El apóstol dijo que los no salvos viven "en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios." (Efesios 4, 17-18). Lo que Jesús vio en los cuerpos de los leprosos, también lo ve en el alma del pecador: devastación total. Si tu doctor en el hospital o en su consultorio no ora, ni reza contigo, empieza tu la oración y cuando regreses agradecido regálale una Biblia; para que el médico nunca se le olvide que el mejor cirujano del mundo es Jesús.
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