Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Le fe y la oración en realidad si mueven montañas y al final los caminos cuando han tenido sufrimientos y obstáculos llegan a un buen destino, guiados por Dios y sus ángeles, en este caso han llegado a Roma.
Esta ha sido la historia de la valiente, incansable y heroica Ingrid Betancourt. Después de su cautiverio por más de 5 años en las selvas colombianas por manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), ella nunca perdió la fe acompañada del Rosario en mano, de levantadas muy temprano a orar y a dejar sus tristezas, dolores, fatigas del secuestro en las manos de Dios. Siempre dice Ingrid, la Virgen la acompañaba, pues en el silencio tenebroso de la selva sentía la presencia de Dios que la animaba para que siguiera adelante. Había una voz de madre que siempre le hablaba para que no desmayara, para que esperara por que algo bueno iba a suceder con ella.
En la historia de la salvación, estos hechos siempre han ocurrido: “Bienaventurados y dichosos son los que confían en el Señor.” Es por eso que en la ciudad eterna, la ciudad Santa aquí en la tierra, “la Roma de los brazos extendidos” con su cabeza, el Pontífice Benedicto XVI, ahora da la bienvenida a esta mediadora de los secuestrados, en su gran campaña y cruzada por la libertad de aquellos que desafortunadamente todavía quedan encadenados en las selvas colombianas.
Con la visita de Ingrid es una muestra más de que la promesa que Betancourt dio a través de los medios de comunicación de que no descansaría hasta conseguir la libertad de todos los secuestrados se esta cumpliendo. Ella no los ha olvidado. Con sus gestos de solidaridad, con sus conferencias, entrevistas y visitas a altos dignatarios está creando una conciencia internacional para la pronta liberación de todos los que quedan todavía en manos de las FARC. La visita de Betancourt al Papa Benedicto XVI, tendrá un gran impacto en los procesos de paz tan importantes en este conflicto colombiano. Con paciencia, oración y siguiendo a Dios se llega a la paz.
1 comentario:
Nunca sabremos porque las plegarias de algunos son escuchadas y las de otros no, aún y cuando sean declamadas con el mismo fervor y fe. Nunca sabremos por que las suplicas de unos son atendidas y las de otros no, aún y cuando las necesidades de ambos sean igualmente vitales.
Nuca sabremos porque algunos pueden oir la voz de Dios y otros no, aún y cuando de todos es el mismo Padre.
Publicar un comentario