Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Me sorprende tantas veces cuando estoy en un sitio público o voy en la calle escuchar a las personas gritándole el uno al otro, bien sea para dar un mensaje, porque están enojados o muy alegres, pero mi pregunta es: ¿porque nos gusta gritar? Será que los músculos de la garganta o de la boca lo necesitan? O para preguntarnos si estamos vivos?
Un día el Maestro pregunto a sus discípulos lo siguiente: “¿Por qué las personal se gritan cuando están enojadas?” “Porque perdemos la calma”, dijo uno, “por eso gritamos.” “Pero ¿Por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? ¿Porque gritas a una persona cuando estás enojado?” Los discípulos dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al Maestro. Finalmente él explicó: “Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho y para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno al otro, a causa de esa gran distancia.”
Luego el Maestro agregó: “¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente ¿Por qué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, solo susurran y se vuelven aun más cercanos en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, solo se miran y eso es todo. Así es: ¡cuan cerca están dos personas cuando se aman!” Finalmente dijo: “Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más. Puede llegar un día en que la distancia sea tanta, que no encontraran más el camino de regreso.”
Grite en un incendio, si ve que a alguien lo va a atropellar un auto, o morder un perro, si se gana la lotería o para decir Amen, Gloria a Dios, Aleluya. Recuerde el grito contamina.
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