Washington Hispanic
21 de agosto de 2009
Aprovechando este Año Sacerdotal instituido por el Papa Benedicto XVI para dar realce a las vocaciones sacerdotales y a los sacerdotes en todo el mundo, ha empezado una campaña de oración, de eventos religiosos y musicales para celebrar este acontecimiento con el honor y el respeto que se merece.
Pero la persona central de este año es el sacerdote. La persona que a través de su preparación académica y formación espiritual por 3 años de filosofía y 4 años de teología, sin contar alguna especialización, se constituye en el eje moral y líder de una comunidad parroquial asignada por el Obispo. Del sacerdote se espera hoy mucho, con un equilibrio en su temperamento y en su actuar: capaz de enfrentar los problemas, tolerando lo tolerable y comprendiendo las incomprensiones.
Pero, sobre todo, que se le note que está trabajando por una santidad personal con proyección a sus feligreses, que sea un hombre del pueblo, destacándose por las siguientes características:
- Amigo de todos y dispuesto a escuchar siempre.
- Pastor con esmerada preparación, sencillo y humilde que evite todo tipo de confrontación y prepotencia.
- Sin búsqueda de intereses personales, dispuesto a morir a sí mismo, a sus razones y a sus egoísmos.
- Un hombre preocupado por la situación social, local e internacional.
- Un hombre de esperanza, con autoestima positiva y súper enamorado del Evangelio y de la Santa Eucaristía.
- Un profeta que denuncie los males y pecados, con el sello del amor y de la misericordia, buscando producir la conversión del pecador, pero jamás ofendiendo su dignidad y mucho menos su integridad con la violencia verbal o física.
- Un portavoz de mensajes positivos que construyan puentes y que derriben barreras, que acerquen a los que están distanciados, que animen al establecimiento de la justicia, del perdón, de la unidad, de la fraternidad, de la solidaridad.
Ayudemos, perdonemos y oremos por los sacerdotes en el Año Internacional del Sacerdote.
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