Arlington Catholic Herald
11 de febrero de 2010
Yo soy discípulo, tú eres discípulo, nosotros y ustedes somos discípulos del Señor. Los primeros 12 seguidores de Jesús fueron llamados apóstoles y discípulos porque ellos siguieron a Cristo y aprendieron de Él, y fueron instruidos y envidados por Él. “Después de la Resurrección y Ascensión de Jesús, Él envío fuera a sus discípulos para convertirse en sus testigos (Mateo 28: 18-20; Hechos 1:8) entonces ellos fueron conocidos como los doce apóstoles”.
Los 12 discípulos originales están registrado en Mateo 10; 2-4, “los nombres de los 12 apóstoles son: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo a Santiago el Mayor y su hermano Juan el menor de los doce; Felipe de Betsaida y Bartolomé llamado también Nataniel de Cana; Tomas llamado Dídimo o Mellizo y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo o Santiago el menor y Judas Tadeo; Simón el Cananeo o el Zelote y Judas el Iscariote, el mismo que le entrego”.
Los 12 apóstoles fueron hombres ordinarios, a quienes Dios utilizo de una manera extraordinaria. Entre los 12 había pescadores y hasta un cobrador de impuestos. Los Evangelios registran las constantes caídas, luchas y dudas de estos doce hombres que siguieron a Jesucristo. Después de ser testigos de la Resurrección y Ascensión de Jesús al cielo. El Espíritu Santo transformó a los discípulos en poderosos y valiente hombres de Dios quienes: “trasformaron al mundo entero” (Hechos 17:6). ¿Cuál fue el cambio? Los 12 apóstoles “habían estado con Jesús” (Hechos 4:13) ¡Ojalá! se diga lo mismo de cada uno de nosotros.
El escritor Richard Cuadrado nos recuerda la importancia de un buen discípulo en el mundo de hoy si:
- Si clavas sonrisas como banderas en todos los caminos de los que están sentados en la angustiosa existencia y en la marginación.
- Si prestas a Cristo tus manos para que siga acogiendo y acariciando a los sin rostro atrayente… si prestas a Cristo tus labios, tu corazón, tu ser entero, para que siga amando a los desheredados de caricias y de los más elementales cuidados.
- Si pasas por la vida disminuyendo las tristezas y las penas de los hermanos, que es, según el poeta, el trabajo más grande.
- Si ofreces la propia sangre a cada instante como moneda de rescate para los aburridos y desencantados.
- Si tienes manos abiertas para acoger, acariciar, levantar, sostener y ayudar a los débiles y más pequeños.
- Si tienes un estilo festivo de vivir y el encanto, la sonrisa, el saludo y felicidad son los cuatro pilares de tu personalidad.
- Si pasas por este mundo brindando alegría y disminuyendo las tristezas de los enganchados a las esclavitudes de la sociedad de consumo.
- Si repartes a diario el pan de la alegría a los hambrientos del gozo y de la sonrías.
- Si te haces fortaleza para el débil y amistad para el abandonando y desilusionado.
- Si proclamas que el cristianismo es una convivencia festiva, un estar de fiesta Eucarística con Jesús.
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