Arlington Catholic Herald
25 de febrero de 2010
Hemos entrado al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Un tiempo oportuno que invita a la conversión, a la oración, a practicar las obras de misericordia y sobre todo a la Penitencia. La Cuaresma es un tiempo clave para romper esas cadenas de los vicios, de la pereza que nos tiene prisioneros en el pecado y en la obscuridad.
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Bastante trabajo habría tenido el ángel para despertar a Pedro, que hasta debió tocarlo y, seguramente, sacudirlo. Así como Pedro se vistió y se puso las sandalias para caminar, Dios te ofrece también a ti las vestiduras de su gracia y el calzado de su fortaleza, para que no andes descalzo, e indefenso por la vida.
Así como Pedro, guiado por el ángel, pasó la primera y la segunda guardia, así también Dios te librara de los enemigos que te odian y desean hacerte mal. Así como se abrió la reja por si sola para que Pedro pudiera salir a la calle en libertad, Dios te abrirá muchas pautas de bendición en tu vida, si le entregas tu corazón y lo sigues dócilmente. Si en este tiempo de Cuaresma, estas atravesando malos momentos, no temas, Dios es mas grande que esas situaciones dolorosas; el quiere estar en ti y contigo, guiándote en tu paz, cada día en tu vida.
Para poder conservar la paz en medio de las pruebas, no hay que descuidar la oración propia, personal y comunitaria cuando, a causa de algún problema, llegues a sentir miedo y corras peligro de perder tu paz interior, no solo ora tú, sino pide también a otros que oren y ayunen por ti.
Esto fue algo que hizo el rey Josafat..., lo cual le dio excelentes resultados: “Josafat sintió miedo y decidió acudir al Señor. Así que anuncio un ayuno en todo Judá, y la gente de Judá se reunió para pedir ayuda al Señor” (2 Crónicas 20, 3-4).
Foto: San Pedro y el Angel por el pintor José de Ribera
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