Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Cuando participamos en grandes marchas bien sea por la vida para luchar por los derechos humanos, en contra de las guerras, por la igualdad social vemos
multitud de personas y nos encontramos con individuos de diferentes razas, personalidades y diferentes caracteres; a esos movimientos masivos le llamamos “vida” porque allí se mueven seres humanos.
Igualmente en las avenidas céntricas de las grandes ciudades como New York, Chicago, Los Angeles, Londres, Moscu, Madrid, etc. No se puede caminar y si reflexionamos nos diremos inmediatamente: “No estamos solos”. Pero si le damos vuelta a la realidad de la vida, a la verdadera vida, tendríamos que mirar en otra dirección y con otro sentido y ese sería el plano espiritual. Pues la vida que buscamos todos es la vida eterna, el país de aquellos que no volverán a experimentar la muerte. Como Jacob, podemos decir: “¡Así pues esta Dios en este lugar y yo no lo sabia!” (Gn 28, 16). En la oración, baja cada vez mas profundamente a esta morada de Dios que no te aparta del mundo real, sino que te hace mas presente a el. Cuando vuelvas en medio de tus hermanos, contemplaras este misterio en su corazón y caminaras en las presencia del Señor en el país de los vivos.
San Pablo a los Romanos, cap. 8-18-23 nos dice: “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujeto en esperanza; porque también la creación misma será libertad de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una esta con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
San Pablo nos habla de la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, de la redención del cuerpo, lo cual será para los muertos en Cristo la resurrección en cuerpos glorificados, y para los vivos de Cristo que queden en este tiempo final. Si vivimos para Cristo nos movemos con el y le seguimos seguiremos en el país de los vivos. El que esta vivo es el que tiene a Cristo en su corazón. Hoy queridos amigos al salir a la calle con mucha gente observa a la multitud y con tu mirada escoge una persona y ora por ella y ofrécela a Cristo.
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