Por el Rev. José Eugenio Hoyos
En nuestra sociedad el ser humano es un gran observador, un analítico natural y de igual manera nos encanta criticar y ver los defectos en los demás. En nuestras escuelas y sobre todo nuestros padres olvidaron enseñarnos a ver siempre lo positivo en la otra persona. Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notifico que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacia demasiado ruido! Y además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo acepto su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo acepto también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás y la lija estuvo de acuerdo a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto. En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inicio su trabajo.
Utilizo el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la carpintería quedo nuevamente sola, la asamblea reanudo la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabajó con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad e nuestros puntos buenos”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Ocurre lo mismo con los seres humanos cuando en una empresa el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se siente tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.
Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos. Hay que valorar y darle crédito a cada persona pues Dios a cada ser humano lo iluminó con grandes dones y talentos. Por eso el trabajo en equipo es solo para los ganadores. No busquemos defectos sino riquezas en los corazones de las personas.
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