Por Rev. José Eugenio Hoyos.
Hay un dicho popular que dice “Después de la tempestad viene la calma” y esta frase es una realidad. Mucho estamos viviendo o hemos pasado por grandes problemas, preocupaciones, desilusiones, traiciones, infidelidades, fracasos financieros o diagnósticos médicos preocupantes etc. Pero esa situación no ha sido el final de nuestra vida.
Hemos escuchado en lo profundo de nuestro corazón una voz poderosa que ha dicho: “adelante, sigue luchando que todo no ha terminado”
Y en realidad es el momento en que debemos levantarnos, abrir nuestros brazos y darnos cuenta de que hay todavía mucho por hacer, que nuestra misión en este mundo aun no ha terminado.
Invoca entonces el poder del Espíritu Santo, ÉL te dará fuerzas para sobrellevar cualquier problema. Cristo en la cruz fue crucificado con los brazos abiertos; pues hasta en el momento del dolor y muerte de ellos brotaban Amor, Esperanza y mucha Compasión. Con los brazos abiertos de Cristo él sigue abrazando a un mundo que ignora sus enseñanzas y palabras de liberación y vida.
Con sus brazos y sus poderosas manos él toma las manos frágiles y débiles de cada Sacerdote en la Santa Eucaristía y las sube en alto para que desde allí broten rayos de esperanza y sanidad para todos los creyentes.
Con esos brazos abiertos y llenos de heridas y sin perder su sonrisa Cristo sigue abrazando y Bendiciendo a los que no lo aman y a los que de corazón lo aman y lo llevan dentro de su corazón.
Hay una Alabanza Católica que recuerda que en los brazos de Cristo hay espacio para todos: “Si algún día, el odio y la guerra ya no surcan más la tierra, será el reino del amor. Todos unidos con las manos estrechadas, alzaremos la mirada para encontrar el Señor. Abre tus brazos Señor, ven a mi lado mi Dios” ¡ahora abre tu tus brazos y recibe a Jesús!
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