Hay que tener paciencia con la vida.
Por Rev. José Eugenio Hoyos.
Definitivamente los seres humanos tenemos una gran capacidad de ser prudentes y hemos aprendido a esperar con mucha calma.
Solamente los invito a que den una mirada a su alrededor y se darán cuenta de como los sistemas o el llamado “orden” que impone el gobierno o la sociedad no es mas que un maquillaje externo al desorden interno en que nos toca vivir.
Se nos hace todavía difícil conseguir agilizar los procesos cotidianos del hombre moderno, ni el computador, ni el internet son todavía la solución. Encontramos grandes filas por ejemplo para pagar el recibo del agua, la luz, los impuestos, para cobrar o consignar un cheque en un banco.
Hasta para conseguir una cita con el medico hay que hacer fila y esperar con paciencia a que la secretaria que se siente dueña del consultorio te de una cita o te regale una sonrisa.
Lógico se siente el cambio en algunos países, ya estamos aprendiendo a tener una mejor cultura del orden y la paciencia, vemos filas ordenadas para esperar un bus, filas calmadas para entrar a ver un partido de futbol, a un concierto, para abordar un avión y hasta para recibir la Comunión en la Iglesia.
Con los planes del gobierno hay que esperar y meterse a las eternas filas; y en nuestra vida Espiritual o emocional es lo mismo solo es de esperar porque las respuestas divinas vienen todas en fila.
La esperanza nos anima a creer en un mejor mañana, la esperanza revitaliza nuestras fuerzas y nos mantiene con vida. Con el poder de la Fe y la energía del amor, la esperanza nos permite ser pacientes hasta que la tormenta de lugar a la calma
Así podemos practicar lo que decía el pensador Francés Montaigne: “el hombre debe aprender a soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente”.
Somos capaces de soportar pruebas más fuertes de lo que pensamos, con una resistencia que nos sorprende. Paciencia, paciencia, paciencia, muchas dosis de paciencia. Necesitamos superar los problemas y aceptar la cantidad de promesas que jamás se cumplieron, paciencia conmigo mismo para poder tener paciencia, con mis semejantes, con los amigos y con los extraños. Gracias Dios mio por tener paciencia conmigo.
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