Misa en apoyo a las familias inmigrantes (Parte II)
Las dificultades y sufrimientos de los inmigrantes, sobre todo de nuestros hermanos y hermanas indocumentados se asemejan a la vivida en el Evangelio y nunca han sido ignoradas por la Iglesia. Nuestra comunidad inmigrante ha de recorrer su camino de purificación para situarse en la nueva sociedad de acogida, tendrán que aprender a reconciliarse con su propia historia, y superar las posibles heridas producidas en su largo peregrinar.
Las dificultades y sufrimientos de los inmigrantes, sobre todo de nuestros hermanos y hermanas indocumentados se asemejan a la vivida en el Evangelio y nunca han sido ignoradas por la Iglesia. Nuestra comunidad inmigrante ha de recorrer su camino de purificación para situarse en la nueva sociedad de acogida, tendrán que aprender a reconciliarse con su propia historia, y superar las posibles heridas producidas en su largo peregrinar.
Las dificultades y sufrimientos de los inmigrantes
golpean nuestras conciencias de cristianos y nos invitan a adoptar actitudes
iluminadas por la fe y la Palabra de Cristo, especialmente desde nuestras
comunidades, nuestra parroquia, familia o trabajo, debemos ser una comunidad
abierta y dispuesta a acoger y a servir. Lo exige la dignidad de toda persona y
sus derechos inalienables. Lo exige especialmente nuestra condición de
discípulos de Jesús que se identifica con el pobre, el inmigrante y el enfermo.
Nuestras leyes de inmigración son injustas e inmorales, el sistema de inmigración ha causado sufrimiento, dolor, temor, resentimiento, separación de familias y hasta la muerte.
Nuestras leyes de inmigración son injustas e inmorales, el sistema de inmigración ha causado sufrimiento, dolor, temor, resentimiento, separación de familias y hasta la muerte.
Tenemos que reemplazar el miedo y el servilismo con el
valor y la determinación, podemos y vamos a ganar este derecho.
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